Un Rubens en la “Milla de oro”. El secreto mejor guardado del barrio de Salamanca


Un poco de historia
Los orígenes de la Real Diputación San Andrés de los Flamencos se remontan a 1594, fecha en la que Carlos de Amberes, un mercader flamenco radicado en Madrid, cedió unos inmuebles de su propiedad para que sirvieran como lugar de descanso y refugio a los pobres y peregrinos, que llegaban a la Villa y Corte procedentes de las provincias de los Países Bajos, por aquel entonces parte del Imperio Español. Su objetivo es fomentar el intercambio cultural, histórico y científico entre España y el territorio de las antiguas 17 provincias del Imperio, en la actualidad Bélgica, Holanda y Luxemburgo.

Son muy pocos los datos que conocemos de su biografía, incluido su verdadero nombre ya que firmaba según la forma castellanizada del suyo propio, como «Carlos de Amberes». El 9 de febrero de 1584 adquirió una casa en el barrio de San Antón de Madrid, lo que pudo hacer gracias a sus buenos contactos entre la comunidad de residentes de los Países Bajos en la corte española que le permitían obtener considerables ganancias.Hombre piadoso, a su muerte en 1604, la Real Diputación solo contaba con los inmuebles adquiridos por el fundador, siendo el archero real Miguel de Frêne el encargado de llevar a cabo la idea de Carlos de Amberes, poniendo en marcha el Hospital de San Andrés de los Flamencos en uno de los inmuebles.
En 1609 el rey Felipe III aceptó el patronato de la Diputación, para sí mismo y para sus sucesores y Felipe IV estipuló la obligación de regencia del Hospital por población natural de las XVII Provincias de Flandes o por sus descendientes.

En 1621 se encargó al arquitecto y maestro mayor de obras de Madrid, Juan Gómez de Mora, la construcción de un nuevo edificio, que sería conocido por los madrileños como el "Hospitalillo de San Marcos", situado en la calle de San Marcos. Contaba con hospital e iglesia, a los que se añadirían una hospedería y una vivienda para el alojamiento del administrador, el sacristán, y algunos empleados de la institución.

El siglo XVII finalizaría con las Leyes Desamortizadoras de 1798, que ordenaron la venta de bienes, hospitales y casas de misericordia, por lo que la Real Diputación de San Andrés de los Flamencos se vio privada de recursos, hasta el punto de que, en 1848 se produjo el derrumbe de la iglesia de San Andrés con la consiguiente desaparición del hospital.


En 1876, la intervención de diplomáticos belgas apoyando el Hospital de San Andrés y la labor de los Diputados recabando apoyos de políticos y de la Corona dieron sus frutos, iniciándose la construcción de una nueva Iglesia y Hospital en la calle Claudio Coello. El proyecto fue encargado a los arquitectos Manuel y Agustín Ortiz de Villajos, siendo inaugurados en 1877 por S.A.R la Serenísima Señora Doña Isabel de Borbón y Borbón, princesa de Asturias y condesa viuda de Girgenti, más conocida por todos los madrileños como La Chata.

Habría que esperar hasta finales del S. XX, concretamente el 25 de noviembre de 1992, fecha en la que D. Juan Carlos y Dª Sofía, acompañados de los reyes de Bélgica, Balduino I y Fabiola, inauguraron la sede de la Fundación Carlos de Amberes, rehabilitada por el Estudio de Arquitectura Solans-Briales-Del Amo, siendo declarado el edificio Bien de Interés Cultural (BIC). 

La iglesia, de cruz latina, presenta una sola nave abovedada. Conserva su estructura original, con la cúpula octogonal que cubre el crucero, el coro alto y el espacio del antiguo altar mayor, lugar en el que cuelga el lienzo de Rubens, protagonista principal de esta entrada.

El martirio de San Andrés

El cuadro que hoy nos ocupa fue encargado a Rubens por Jan van Vucht, un flamenco que residía en Madrid como agente del impresor de Amberes Balthasar Moretus, con el propósito de legarlo tras su muerte, acaecida en 1639, al Hospital de San Andrés de los Flamencos. En el testamento de Van Vucht, firmado el 24 de abril de ese mismo año, se puede leer:
“Mando se entregue a dicho hospital el cuadro del martirio del glorioso San Andrés que ha hecho traer de Flandes, y es pintura de la mano del famoso Maestro Pedro Pablo Rubens y el dicho cuadro se le hace un marco como lo pide el mismo; cuadro de la mejor escultura que se pudiere a elección de Abraham Lers y Julièn Beymar ebanistas, criados de su majestad. Y asimismo se hagan sus columnas y remates y lo demás que fuere necesario a la misma elección de los susodichos lo cual ha de ser en el altar mayor del dicho hospital y lo que todo esto costare se ha de pagar de lo que ansi debo a las dichas limosnas de mi disposición”.
Y aunque pueda parecer increíble, el marco que luce el lienzo en la actualidad, es el original encargado hace casi cuatro siglos por Van Vutch, realizado por artesanos al servicio de Felipe IV.

El lienzo permaneció en el Hospital de San Andrés de los Flamencos, hasta la clausura del mismo, y el derrumbe de la iglesia ocurrido en 1848, siendo a partir de ese momento depositado en el monasterio de El Escorial, donde permanecería hasta 1891, momento en el que, tras la renovación del hospital, regreso a la capilla del nuevo edificio, el actual de la calle de Claudio Coello en el madrileño barrio de Salamanca. Dos nuevos cambios de domicilio aguardaban aun al magnífico lienzo, ya que, en 1978 fue depositado temporalmente en el Museo del Prado, y finalmente, desde 1989, se encuentra en la sede de la Fundación Carlos de Amberes. Para la composición de su obra, Rubens se inspiro en su maestro Otto Van Veen, que años antes había pintado un “Martirio de San Andrés” para el altar mayor de la iglesia de dedicada al apóstol en Amberes. Sus grandes dimensiones (306 x 216 cm), la expresividad de los personajes y el dramatismo del tema tratado, dan como resultado una obra excepcional, claro exponente del espíritu de la Contrarreforma.

El martirio de San Andrés, tiene tras de sí una historia que nos es relatada por Santiago de la Vorágine, nombre españolizado del beato Jacopo da Varazze, hagiógrafo dominico italiano y obispo de Génova a finales del S. XIII, en su obra titulada “La leyenda dorada”, una serie de relatos, vidas de santos en su mayor parte, escritas en el siglo XIII.

Rubens se inspiraría en este episodio de la vida de San Andrés, cuando el apóstol estuvo en Acaya (Grecia), donde fundó numerosas iglesias y logró la conversión de un gran número de personas a la fe de Cristo. Entre ellas, se encontraba la esposa del procónsul Egeas, que Rubens pintó arrodillada en el cuadro. Cuando éste se enteró de la conversión de su esposa, quiso obligar a los cristianos a ofrecer sacrificios a dioses paganos. San Andrés se presentó entonces ante el procónsul para intentar convencerlo de que desistiera en su empeño y se convirtiera igualmente al cristianismo. Ni que decir tiene, que la reacción del procónsul no fue la que el apóstol pretendía lograr, ya que San Andrés fue encarcelado, azotado y colgado de la cruz, pero únicamente atado de pies y manos, sin ser clavado a ella, para que tardara más en morir, haciendo de este modo más largo y doloroso su sufrimiento. El apóstol tardó dos días en morir, durante los cuales no dejó de predicar, logrando la conversión de muchos de los que acudían a escucharle. Finalmente, Egeas acudió al lugar para indultar al mártir, ante las exigencias de una multitud cada vez más iracunda que exigía la liberación del santo, pero éste rechazó toda ayuda al tiempo que pronunciaba estas palabras:
“¿A qué vienes? Si es para pedir perdón, lo obtendrás; pero si es para desatarme y dejarme libre, no te molestes; ya es tarde. Yo no bajaré vivo de aquí; ya veo a mi Rey que me está esperando”.

Si observamos atentamente el lienzo de Rubens, veremos que representa el momento en que el santo mira al cielo encomendándose al creador en una escena de gran dramatismo, una de las principales características de la pintura del maestro flamenco, que perseguía lograr la empatía del espectador.


A sus pies y en la zona superior se encuentran los verdugos intentando desatarlo, mientras Egeas observa la escena montado a caballo. Un grupo de seguidores del apóstol tratan también de desatarlo mientras Maximila, la esposa de Egeas, que se hizo cargo de su cuerpo tras su muerte aparece arrodillada a los pies e la cruz.

Una obra maestra del período final de Rubens, terminado de pintar sólo un año antes de su muerte, en la que el maestro flamenco, dio rienda suelta a su variada paleta de colores, con las pinceladas libres, sueltas y luminosas inspiradas en Tiziano, mostrando un indudable dominio de la composición de los personajes, claramente barroca, dotados de una gran expresividad.

Para terminar, y como mera curiosidad, me gustaría mencionar el sello que Correos puso en circulación en 1994 para conmemorar el IV centenario de la Fundación Carlos de Amberes, en el que podemos ver “El martirio de San Andrés” de Peter Paul Rubens.

El Martirio de San Andrés de Peter Paul Rubens
Óleo sobre lienzo – c.1638-1639
Capilla de la Fundación Carlos de Amberes
c/ Claudio Coello, 99 – 28006 Madrid
Entrada libre, de lunes a viernes no festivos, de 10,00 h. a 15,00 h.

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