La bella desconocida: La iglesia de San Marcos y Ventura Rodríguez

Acercarnos a nuestros paisanos mas ilustres, conocer sus obras mas desconocidas, aprender a amar nuestra ciudad, nuestra cultura, nuestras tradiciones, nuestro país. ¡Hay tanto que descubrir, tanto sobre lo que investigar y escribir, tanto por disfrutar!

Hoy os propongo acercarnos a la figura de Ventura Rodríguez, un madrileño de Ciempozuelos, que llegó a ser uno de los arquitectos mas importantes de España a lo largo del S. XVIII. Enlazó con gran maestría el barroco tardío con el Neoclasicismo y fue el padre de nuestra querida Cibeles y del Paseo del Prado. Proyectó y construyó iglesias, palacios, hospitales, conducciones de agua, mausoleos, fuentes, viviendas particulares, puentes, acueductos… Sin el y su coetáneo y compañero de profesión, Juan de Villanueva, Madrid, sin duda, no sería el mismo. Entre las iglesias que proyectó, destaca de forma especial la de San Marcos, una joya escondida y casi desconocida, que hoy vamos a intentar conocer un poco mejor.
Sed bienvenidos, una vez más, a DE REBUS MATRITENSIS, ponéos cómodos y disfrutad de “las cosas de Madrid”.



Un breve (o no tan breve) apunte biográfico
La primera referencia a Ventura Rodríguez, si bien no de forma directa,  nos la da el archivo parroquial de la iglesia de Santa María Maglena de Ciempozuelos y data de 1683, año en el que contrajeron matrimonio sus abuelos paternos, José Rodríguez y Micaela Pantoja. De esta unión nacería el padre de nuestro protagonista, Antonio Rodríguez Pantoja, que casó y enviudó tres veces a lo largo de su vida. 



De su primer matrimonio, celebrado en 1716 con Jerónima Tizón de Espinosa, nació el año siguiente Buenaventura, que recibió su nombre del santo del día de su nacimiento, el 14 de julio. El padre de Buenaventura  trabajaba como aparejador en el Real Sitio de Aranjuez a las órdenes de los ingenieros franceses encargados de la construcción, entre los que se encontraba Esteban Marchand, quien emplearía al joven como delineante a partir de 1732, en la construcción de la muralla del parterre del palacio.



En diciembre de 1735, Filippo Juvarra fue a Aranjuez a supervisar la marcha de las obras. Tras percatarse de las indudables dotes del joven Ventura, se lo llevó a Madrid para trabajar en el nuevo palacio que se estaba construyendo tras el incendio del Real Alcázar de los Austrias, ocurrido en la Nochebuena de 1734.  Tras la muerte en 1736 de Juvarra, Giovanni Battista Sacchetti, fue nombrado arquitecto mayor de Fernando VI, pasando a dirigir a partir de ese momento las obras del grandioso edificio, a la vez que mantenía en su puesto a Ventura Rodríguez, que trabajó preparando los planos del solar sobre el que se construiría el nuevo palacio. Sus indudables habilidades no pasarían durante mucho tiempo inadvertidas y así, el 28 de abril de 1741 Ventura Rodríguez fue ascendido al ya importante cargo de “aparejador de Obras Reales y primer oficial de líneas en la del nuevo Palacio de Madrid”.

En 1742 fue propuesto por Sacchetti para teniente del arquitecto mayor, y en 1745 fue nombrado académico de gracia de la Academia de San Luca de Roma, una distinción que Ventura Rodríguez agradeció enviando en 1748 tres láminas con un proyecto para un templo de grandes dimensiones, en el que años después se inspiraría para su proyecto no realizado de San Francisco el Grande. El 5 de marzo de 1749 confirmó el título de arquitecto delineador mayor de la fábrica del Palacio Nuevo, y finalmente, el Reglamento interno de 1752 le confió en Palacio el puesto de teniente principal del arquitecto mayor. En la Academia de Nobles Artes de San Fernando, Ventura fue nombrado teniente director de su arte el 18 de marzo de 1745, primer director de los estudios de Arquitectura el 12 de abril de 1752, y director general de la Academia en dos ocasiones, el 9 de enero de 1768, y el 8 de enero de 1777. Nombrado el 5 de diciembre de 1764 para el puesto de arquitecto maestro mayor de obras y fontanero mayor del Ayuntamiento de Madrid, entre 1760 y 1785, los proyectos e informes de Ventura Rodríguez fueron decisivos para el desarrollo y ordenamiento de la Villa y Corte.


Entre sus obras madrileñas se cuentan el túmulo erigido en San Felipe el Real por encargo del cardenal Molina, la sacristía para la capilla de San Isidro en San Andrés, la iglesia de San Marcos, un encargo de los duques de Berwick y Liria y principal protagonista de esta entrada, la fachada semicircular, flanqueada por dos torres, de la iglesia de San Norberto del Convento de los Premostratenses, derribada por José I Bonaparte y la reforma del interior de la iglesia del Monasterio de la Encarnación, donde tras el incendio ocurrido en 1755, proyecto el retablo mayor, el tabernáculo, los retablos colaterales, la caja del órgano, los confesionarios y la decoración del templo. Proyectó también para la Corte el Hospital General, la reforma de la capilla de la Orden Tercera en el Convento de San Gil y la Casa de Correos, que no llego a construirse de acuerdo a sus ideas.


Tras la muerte de Fernando VI en 1759, en 1760 proyectó las arquitecturas efímeras con las que Madrid se engalanó para la entrada oficial de Carlos III en la Corte: los arcos triunfales de las calles de Santa María y Carretas, los ornatos de la calle de la Platería y los de la Puerta del Sol y la Plaza Mayor. Pero la llegada del nuevo monarca desde Nápoles, que se trajo consigo a su arquitecto favorito, Francesco Sabatini, supondría un duro golpe para Sacchetti y Rodríguez que quedaron apartados de las obras del nuevo palacio. 



A partir de ese momento, la actividad de Ventura se centró en la villa de Madrid en virtud de su cargo de arquitecto y fontanero mayor y en su cargo de director de la sala de arquitectura de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. De esta época son el proyecto antes mencionado para la iglesia de San Francisco el Grande, la iglesia de los Padres del Salvador, la Casa del Saladero, el nuevo Teatro de los Caños del Peral y la reforma de la capilla de Nuestra Señora de Belén en su huida a Egipto, en la parroquia de San Sebastián, entre otras muchas. fue también en esta etapa cuando presentó cinco proyectos para la Puerta de Alcalá, ninguno de ellos aceptado por Carlos III, al preferir el  monarca el proyecto presentado por Sabatini.

 


En la década de 1770 comenzó a trabajar como maestro mayor del duque de Liria y del marqués de Astorga, proyectando para el primero el Palacio de Liria, y para el segundo el Palacio de Altamira. El arquitecto Ramón Guerra de la Vega, escribió estas palabras en su “Guía de arquitectura 1700-1800” respecto al Palacio de Liria:

“Para realizar el palacio fueron necesarias importantes obras de excavación, que permitieron obtener una planta más en las dos fachadas principales. El cuerpo bajo de dichas fachadas fue esculpido con un suave almohadillado que le diferencia del cuerpo principal, con pilastras y semicolumnas de orden dórico, que cubren dos plantas y soportan una nítida cornisa. Sobre la misma, un último piso, con un ático en el centro, coronado con escudos y trofeos. Este palacio se sitúa en la línea del barroco clasicista junto al Palacio Real o el Palacio de la Granja.”


Pero sin duda, el nombre de Ventura Rodríguez estará por siempre asociado al madrileño Paseo del Prado, puesto que, sin la intervención del arquitecto, hoy día no sería el mismo, ya que las fuentes del paseo (La Cibeles, Neptuno, Las 4 estaciones o de Apolo, las 4 fuentes…), y la completa transformación de la zona por encargo de Carlos III, se las debemos a nuestro protagonista. ¡Y pensar que La Cibeles estaba en un principio destinada a los jardines del Real Sitio de la Granja de San Ildefonso!



De esta década son proyectos como la  ermita del Cristo de la Oliva, un proyecto para un pórtico cubierto de forma semioval frente a la fuente de Apolo, dos proyectos de biblioteca para los Reales Estudios de San Isidro, la reforma y consolidación de la parroquia de Santa María de la Almudena, igualmente presento, aunque tampoco llegaron a llevarse a cabo, la reconstrucción del Convento de San Felipe Neri, el Seminario  que debía situarse dentro del antiguo Colegio Imperial, el camarín de Nuestra Señora de la Soledad, en el Convento de la Victoria, o los retablos mayores de los Conventos de Atocha, de las Comendadoras de Santiago y de la iglesia del Colegio de Loreto.



Si se construyeron en cambio, una serie de obras menores, como la fuente de los Galápagos, en la calle de Hortaleza o el sepulcro de Manuel Ventura de Figueroa en la desaparecida parroquia de San Martín.



En 1785, Ventura Rodríguez inicio la construcción de la que sería su última obra construida en la Corte: la portada de la Carnicería Mayor con fachada a la calle Imperial. Fuera de la capital de España, Ventura Rodríguez proyecto y dirigio obras a lo largo y ancho de practicamente toda la nación, desde Gerona, a Malaga y desde Santiago de Compostela a Granada, sin olvidar Cuenca, Burgos o Alcalá de Henares entre otras. En lo personal, Ventura Rodríguez, al igual que su padre, se casó tres veces y otras tantas enviudó, aunque en ninguno de estos matrimonios tuvo descendencia. Se casó en primeras nupcias con Josefa Flores, fallecida el 20 de agosto de 1749, cuando el matrimonio vivía en la calle de Segovia. Después se casó con Antonia Rojo fallecida a los pocos meses de la boda. Por tercera vez contrajo matrimonio con una hija del arquitecto Torcuato Cayón, de nombre Micaela, que murió el 16 de enero de 1776, cuando el matrimonio vivía en la calle de Leganitos, n.º 13.



Sería en esta misma casa, donde nueve años y medio después fallecería Ventura Rodríguez, a los sesenta y ocho de edad. Recibió cristiana sepultura, junto a su tercera esposa, en la iglesia de San Marcos, si bien, años más tarde, los restos de Ventura Rodríguez y los del también arquitecto Juan de Villanueva fueron trasladados el 14 de junio de 1869 a San Francisco el Grande, cuando se quiso que el templo se convirtiera en panteón de hombres ilustres, tal como habían decretado las Cortes el 6 de noviembre de 1837.



Por fin, el 31 de diciembre de 1875, fueron trasladados junto a los restos de Juan de Villanueva, a un nicho en la cripta de la Real Congregación de Arquitectos de Nuestra Señora de Belén en su huida a Egipto, situada bajo la Iglesia de San Sebastián, en la que ya estaba enterrada su primera esposa desde 1749.
Y es que, en este país, ni a los muertos se les permite descansar en paz.



La iglesia de San Marcos
La Iglesia de San Marcos se encuentra en la calle de San Leonardo, muy cerca de la Plaza España, y es uno de esos monumentos casi desconocidos que Madrid ofrece a propios y extraños, a la vez que una de las escasas obras de Ventura Rodríguez que ha llegado hasta nuestros días sin sufrir cambios significativos.



Nace por voluntad de Felipe V, que deseaba construir un templo con el que conmemorar su victoria en la Batalla de Almansa contra las tropas del archiduque Carlos de Austria, el día de San Marcos de 1707. Un proyecto que no se haría realidad hasta décadas más tarde, durante el reinado de Fernando VI, cuando se decide sustituir el oratorio del siglo XVII anexo a la parroquia de San Martín existente hasta entonces momento. Para ello el monarca, tercer hijo de Felipe V y de su primera esposa María Luisa Gabriela de Saboya, contrató a los mejores artistas del momento, como Ventura Rodríguez, Juan Pascual de Mena, Felipe Castro o Robert Mitchel, más conocido por ser quien esculpió los leones de la Fuente de Cibeles.



Su construcción se llevó a cabo entre 1749 y 1753, años en los que Ventura Rodríguez alcanzo la cima de su fama al servicio de la corona. El diseño de la fachada presenta un acentuado dinamismo que recuerda a la iglesia de Sant’Andrea al Quirinale en Roma. Se organiza como un gran atrio, con un cuerpo central de mayor altura, encuadrado por un orden de pilastras gigantes de orden compuesto y un remate en frontón triangular y cruz, flanqueado por dos brazos curvos de menor altura, muy del gusto clasicista del arquitecto.



Sus materiales responden a la tradición madrileña, con ladrillo rojo para todo el conjunto, reservando el uso de la piedra a zócalos, portada y pilastras. El acceso se realiza a través de una puerta monumental con molduras barrocas y frontón decorativo semicircular, y una ventana situada en el coro superior rematada con molduras terminadas en volutas, destacando la total ausencia de decoración escultórica. Las líneas curvas de los laterales y las cubiertas muestran un estilo Barroco tardío que se manifestara en mayor medida en el interior del templo.



La planta escogida por Ventura Rodríguez es inusual a la vez que espectacular, recordando a la de a la que presenta la iglesia de San Filippo Neri de Turín, realizada por Filippo Juvara. Está formada por una sucesión de cinco elipses yuxtapuestas de distintas dimensiones, sobre la primera de las cuales se sitúa el coro. A las tres elipses principales, situadas con el eje mayor perpendicular al del presbiterio, hay que añadir el atrio y el camarín de San Marcos, con sus ejes mayores situados en paralelo. El arquitecto, creó un espacio de gran dinamismo, que nos recuerda el Barroco italiano de Gian Lorenzo Bernini en la ya mencionada Sant’Andrea al Quirinale y a Francesco Borromini en San Carlo alle Quattro Fontane, ambas en Roma.

 

En San Marcos, el madrileño Ventura Rodríguez, uno de los arquitectos más representativos de la transición entre el Barroco y el Neoclásico logró una obra original, armoniosa, luminosa y elegante, que integra perfectamente elementos de ambos estilos arquitectónicos, adaptándose de forma magistral a los condicionantes del solar irregular sobre el que se construyó un templo, que bien merece una visita y dejar de ser un gran desconocido de la arquitectura de la Villa y Corte.



El espacio interior, de gran efectismo, gracias en parte a esa original planta a base de elipses sucesivas, se cubre con bóvedas con casetones y cúpula con linterna, presentando vanos que aumentan la sensación de luminosidad y amplitud.



 

Los muros se estructuran a base de grandes pilastras y semicolumnas de orden compuesto, sobre las cuales se apoya un entablamento continuo, a modo de cornisa, que unifica el conjunto. En las paredes, una serie de hornacinas acogen retablos y esculturas que, unidos a las pinturas de la cúpula, las pechinas y los machones, dan al templo una gran riqueza decorativa.



Y ahora, pasemos a observar con especial atención el interior de la iglesia de San Marcos:
Primera elipse



En esta primera elipse, situada a los pies del templo, únicamente nos encontraremos las dos pilas bautismales de mármol situadas a ambos lados y adornadas con el león de San Marcos.
Segunda Elipse



Tras entrar en el templo y dejar atrás la 1ª de las elipses que forman San Marcos, nos encontramos a nuestra derecha con el Cristo de la Guía, una magnífica talla anónima de madera del siglo XIX. Cristo aparece crucificado con tres clavos, mostrando un rostro de gran serenidad, sin apenas sangre, según los cánones neoclásicos. En el fondo de un retablo sencillo que imita el mármol, se pueden ver las imágenes pintadas de la Virgen y San Juan, formando un calvario.

 

El retablo esta coronado por un frontón circular abierto, con una corona de espinas radiada que rodea 3 clavos en el centro. A ambos lados, sentados en la cornisa, dos querubines sostienen los atributos de la pasión: el de la derecha, la escalera que sirvió para bajar de la cruz el cuerpo muerto de Cristo; el de la izquierda, la lanza que atravesó su costado y la caña con la esponja, con que le ofrecieron el vino mezclado con hiel.



En el piso superior, el coro alto, se encuentra el órgano. Fue donado por el párroco D. Lope de Ballesteros en sustitución de uno anterior y construido por la casa Aquilino Amezúa hacia 1905. Esta realizado en madera de nogal y presenta un basamento con decorado con cuatro pilastras de orden corintio que sostienen una cornisa decorada con ovas, sobre la que se apoya un podio con el cuerpo superior formado por un pórtico central con dos arcos rematados con el león de San Marcos, y dos torres laterales con frontones. La consola se está unida al mueble en posición invertida y tiene dos teclados de 56 notas y pedalero de 30.

 

A continuación, a ambos lados de esta 2ª elipse nos encontramos a izquierda y derecha con los retablos de San Benito y de su hermana Santa Escolástica. Hay que tener en cuenta que, en sus orígenes, y hasta 1836, año en que se constituyó como parroquia independiente, San Marcos era una iglesia dependiente del monasterio benedictino de San Martín.



El primero de los retablos muestra una talla del S. XVIII del santo fundador realizada en madera por Juan Pascual de Mena. Sobre ella, las cruces de los maestres de Alcántara (verde) y Calatrava (roja), órdenes militares que se regían por la regla benedictina cisterciense. La imagen, una de las mejores de su autor, viste el hábito negro benedictino, que cae en amplios pliegues. Lleva en su mano izquierda el libro que lo identifica como fundador de la orden, y el báculo de abad en la derecha. Ocupa la única casilla de un altar-retablo también del S. XVIII, de madera imitando mármol, formado por dos columnas de orden compuesto. Sobre las columnas se apoya un frontón partido sobre el cual, dos ángeles enmarcan un medallón con un lienzo de Luis González Velázquez, representando la visión de la Trinidad por San Benito. A ambos lados del retablo, podemos ver dos pequeñas tallas anónimas del S XVIII. de San Roque y Santa Lucía.



En cuanto al retablo de Santa Escolástica, la talla de madera, es obra igualmente de Juan Pascual de Mena. La imagen viste el hábito negro benedictino y lleva en su mano izquierda una paloma blanca y el báculo de abadesa en la derecha. La imagen ocupa la única casilla de un altar-retablo gemelo del anterior, en cuyo medallón se representa en esta ocasión la escena del encuentro que, una vez al año, reunía a los dos hermanos en una celda situada fuera del recinto monástico, cerca de la portería. A ambos lados del retablo se encuentran una talla anónima del S. XIX de San Ramón Nonato y otra moderna del arcángel San Miguel.
Tercera elipse


Pasando a la 3ª de las elipses que forman la planta de la iglesia de San Marcos, nos encontraremos justo debajo de la cúpula rematada con linterna que corona el templo y cubre la elipse principal.



Está decorada con cuatro grandes lienzos, obra de Luis González Velázquez, coronados por cabezas de querubines, realizados por Robert Mitchel. Los temas elegidos tienen a San Marcos como protagonista y representan al santo presentando su evangelio a San Pedro, predicando en Alejandría; el intento de los paganos de quemar el cuerpo de San Marcos en una pira; y el santo observando desde el cielo la victoria del duque de Berwick en la batalla de Almansa. En la parte inferior de los lienzos se puede ver el anagrama del pintor.


En las pechinas están representados, como referencia al origen benedictino del templo, los cuatro doctores benedictinos: San Ildefonso de Toledo, San Anselmo de Canterbury, San Ruperto de Deutz y San Bernardo de Claraval. Los santos están acompañados por ángeles, cuyas alas se proyectan fuera de los marcos en una poco frecuente mezcla de pintura y escultura.


En las paredes de la elipse principal, destacan especialmente los retablos dedicados al Sagrado Corazón y a Nuestra Señora de la Soledad. Dos retablos casi gemelos, chapados en mármol que fueron realizados en el S. XIX.


En el primero de ellos, reconstruido tras resultar seriamente dañado en el incendio ocurrido en 1925, el frontal de la mesa del altar se decora con cuatro columnas jónicas de mármol rojo con basa dorada y en los extremos y en los lados menores, apliques dorados con jarrones y azucenas. Sobre la mesa del altar se puede ver el sagrario en bronce dorado con forma de edículo, con cúpula hexagonal y linterna. La Imagen del Sagrado Corazón, es una talla de madera del S. XIX, obra de Francisco Font. Viste túnica burdeos y manto azul muy oscuro con cenefa dorada. Ocupa una hornacina sencilla con arco de medio punto, en cuyo remate, un angelote sostiene en la mano derecha un pañuelo. En la parte superior, dos palmas doradas entrecruzadas enmarcan un medallón con un busto de Cristo de perfil, obra de Robert Mitchel. A ambos lados, se sitúan dos pequeñas tallas anónimas de los siglos XIX y XVIII: La Inmaculada Concepción y Santa Dorotea.


En el retablo gemelo situado enfrente se encuentra una imagen de vestir de Nuestra Señora de la Soledad, coronada, con vestido y manto negro con adornos dorados, sobre peana de nubes y un resplandor de rayos dorados al fondo. A ambos lados vemos un grupo de 2 y 3 cabezas de querubines dispuestos en diagonal, y sobre el arco, un angelote de pie entre guirnaldas que sostiene entre sus manos el paño de la Verónica con el rostro de Cristo. Sobre la hornacina, dos palomas entrecruzadas enmarcan un medallón con un busto de la Virgen de perfil, obra igualmente de Robert Mitchel.



Bajo la mesa del altar se encuentra una urna con un Cristo yacente articulado, probablemente del S. XVIII, con dientes de marfil, uñas de asta, que en un principio lucía pelo natural y corona de espinas, hoy perdidos, al igual que parte de los dedos. Destacan las heridas representadas con abundante sangre y en el fondo de la urna, un lienzo anónimo del S. XVIII, que representa a la Virgen María, entre San Juan y María Magdalena.


El frontal de la mesa del altar se decora con dos pilastras cuadradas adornadas con volutas y sobre la segunda grada del altar, podemos observar un relicario de bronce plateado con la representación de la Santa Faz, popularmente conocido como “La Cara de Dios”, entre dos rosas.


Este relicario estuvo desde 1700 en una pequeña iglesia situada a la altura del número 12 de la actual calle de la Princesa, construida por D. Carlos Homodey y Pacheco, Marqués de Almonacid y de Castel-Rodrigo, Príncipe Pío de Saboya. La capilla, oficialmente dedicada a Nuestra Señora de la Concepción, fue núcleo de una famosa e insólita romería, que se celebró en Viernes Santo hasta los primeros del S. XX, y protagonista una zarzuela de Ruperto Chapí titulada “La Cara de Dios”. Tras la venta de los terrenos donde se encontraba la capilla en febrero de 1966, el 4 de mayo de ese mismo año se formalizó el depósito de la “Cara de Dios” en la iglesia de Nuestra Señora del Buen Suceso, en la calle de la Princesa; finalmente durante la Semana Santa de 1967, el lienzo fue depositado en la parroquia de San Marcos.


A ambos lados de los retablos anteriores, se abren cuatro hornacinas con tallas de San Antonio de Padua, obra de Juan de Villanueva y Verdales, padre del arquitecto Juan de Villanueva, San José, La Virgen de la Sabatina y San Blas, estas tres, tallas de madera, anónimas del siglo XVIII. 


Merece la pena mencionar que la talla de San Antonio de Padua estuvo desde 1729 hasta 1768 en la ermita de San Antonio de La Florida. Tras el derribo de ésta por orden de Carlos III, para ensanchar la Cuesta de San Vicente, la talla fue trasladada al convento de San Martín, donde estuvo hasta 1770, año en el que se bendijo la nueva ermita, obra de Francesco Sabatini.


Derribada nuevamente en 1792, para ampliar el camino de El Pardo y urbanizar el Real Sitio de La Florida, la imagen volvió a trasladarse a San Martín, al tiempo que se encargaba para la nueva ermita encargada por Carlos IV, una nueva talla al escultor José Ginés. Finalmente, San Antonio sería trasladado de nuevo hasta llegar al lugar que ocupa en la actualidad en la Iglesia de San Marcos. Como podéis comprobar, no son solo los monumentos y las fuentes los que viajan continuamente a lo largo y ancho de la geografía madrileña. Sobre cada una estas cuatro hornacinas se pueden ver unos lienzos, atribuidos a Luis González Velázquez, que representan a los cuatro evangelistas.
Cuarta elipse



Llegados a la 4ª elipse nos encontramos frente al altar mayor, con frontón barroco partido coronado por una vidriera del Espíritu Santo, que fue igualmente restaurado en 1925 siguiendo el diseño original de Ventura Rodríguez. Realizado en madera imitando mármol, está formado por un zócalo cóncavo sobre tres gradas y dos columnas, imitando serpentina.



En el centro del frontón partido se abre un óculo con una vidriera que representa al Espíritu Santo en forma de paloma rodeada de cabezas de querubines, de la cual parte la iluminación del alma en forma de rayos dorados, que se prolongan visualmente hasta la imagen de San Marcos. En la parte inferior del óculo, se sitúa un querubín sentado sobre una nube.



La talla que preside el altar mayor, obra de Juan Pascual de Mena, representa al Evangelista San Marcos de perfil, en actitud de escribir, mientras se gira hacia el frente, en el momento en que recibe la inspiración divina, representada por los rayos dorados, para escribir su Evangelio. Esta sentado sobre el león que le representa y vestido con túnica verde y manto rojo.





Los ángeles laterales realizados en marmolina son también de Pascual de Mena, mientras que los situados en la parte superior son obra de Felipe de Castro y los querubines y pequeños ángeles, que podemos ver repartidos por todo el templo, fueron realizados por Robert Mitchel.
Quinta elipse
La quinta y última de las elipses se encuentra situada tras el altar mayor, oculta a la vista de los feligreses y alberga el camarín de San Marcos, que resulto especialmente dañado en el incendio de 1925, perdiéndose sus pinturas murales.



La Iglesia de San Marcos fue declarada Monumento Nacional el 28 de julio de 1944.





No me gustaría finalizar esta entrada dedicada a Ventura Rodríguez y la iglesia de San Marcos, sin recomendaros la interesante exposición dedicada a este arquitecto madrileño, nacido en Ciempozuelos, que se ha inaugurado recientemente en el cercano Cuartel del Conde Duque, con motivo del tercer centenario del nacimiento de Ventura Rodríguez.  La muestra tiene por titulo: Ventura Rodríguez y Madrid en las colecciones municipales, y es la excusa perfecta para conocer mejor la obra de uno de los mejores arquitectos de la España del XVIII, dandonos a conocer no sólo la importancia de sus trabajos como arquitecto, sino también la prodigiosa habilidad que tenía para el dibujo.
Cuartel del Conde Duque - Ventura Rodríguez (21)
Las piezas expuestas pertenecen en su totalidad al patrimonio documental y museístico de las colecciones municipales: el Archivo de la Villa; el Museo de Historia; la Biblioteca Histórica Municipal y el Museo de San Isidro, y forman parte de una de las mayores colecciones de dibujos y proyectos que de este arquitecto se conservan en España.
La iglesia de san Marcos en el Plano Geometrico de Madrid de TomasLópez (1785)-2
San Marcos es uno de los pocos edificios diseñados por Ventura Rodríguez que ha llegado hasta nuestros días casi sin alteraciones. Cuando se cumplen 300 años del nacimiento de este madrileño ilustre, parece un buen momento para acercarnos a la figura de uno de los mejores arquitectos del S. XVIII y descubrir esta preciosa iglesia, que pocos conocen: San Marcos, la hermosa desconocida.

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