El desaparecido Convento de la Trinidad Calzada. Una víctima de la desamortización de Mendizábal.


El Convento de los Trinitarios Calzados o de la Trinidad Calzada, que podemos ver en la maqueta de Madrid realizada por León Gil palacio entre 1828 y 1830 expuesta en el Museo de la Ciudad de Madrid, estaba junto a la actual plaza de Jacinto Benavente, ocupando una mañana de gran superficie delimitada por las calles de Atocha, Relatores, Barrio Nuevo (actualmente Concepción Jerónima y Conde de Romanones) y la Merced (en la actualidad Plaza de Tirso de Molina). El escritor y humanista Baltasar Porreño, afirma que el mismísimo Felipe II, con la ayuda de algún discípulo de Juan de Herrera, contribuyó al diseño de un convento que era, junto al de la Victoria y al de San Felipe, uno de los más importantes del  Madrid de los Austrias.

La Orden Trinitaria y el Convento de la Trinidad Calzada.



La Orden Trinitaria fue fundada por  San Juan de Mata en Cerfroid (París) en el año 1194, aunque la regla no sería aprobada por el Papa Inocencio III hasta 1198. Su objetivo principal era la liberación y asistencia sanitaria de los cristianos cautivos en manos de los musulmanes, llegando los trinitarios en su altruismo, a intercambiar sus vidas por los de las de los cautivos cuando no era posible pagar el rescate exigido. Su primer convento en Madrid no se fundó hasta el siglo XVI, tras el traslado de la capital de España a esta ciudad en 1561.

El gran complejo monástico, cuya construcción no dio comienzo hasta 1590 pese a haber sido fundado en 1562, estaba formado por cuatro edificios entre los que destacaba la iglesia, cuya construcción fue dirigida por el maestro de obras Gaspar Ordoñez, y que en el momento de su construcción fue una de las más amplias de Madrid, ciudad en la que se fundaron en menos de 100 años, entre los reinados de Felipe II y Felipe IV, nada menos que 48 conventos o monasterios. La iglesia presentaba planta de cruz latina con crucero y cúpula soportada por pechinas y pilastras de orden corintio. En la fachada principal que daba a la calle de Atocha, destacaba su portada enmarcada por columnas y rematada por un bajo relieve de Santísima la Trinidad.


En la Planimetría de la Villa de Madrid realizada por Pedro de Teixeira en 1656 para Felipe IV se puede observar, marcado con el número VII,  como
"Convento de la Santísima Trinidad. Fundación de Sus Religiosos. Año 1562"
En el plano se pueden ver la iglesia, el gran claustro con un atrio con fuente central, los distintos patios y una zona ajardinada situada en la parte trasera. 

Por su parte, Antonio Marcelli en el plano realizado en 1622 (editado por Frederic de Wit en Flandes en 1635) no fue tan detallista como Teixeira, pero sí reflejo el convento en el plano pudiéndose observar algunos cambios, ya que el portugués situó el campanario de la iglesia en la esquina de las calles de Atocha con Relatores, mientras que Marcelli y Wit lo dibujan centrado respecto a la calle de Atocha.

La historia de este convento está estrechamente ligada a Miguel de Cervantes Saavedra, ya que sería de la Trinidad desde donde partirían rumbo a Argel el 1 de mayo de 1580, fray Antón de la bella y fray Juan Gil, junto con el escribano de rescate, quienes serían los encargados de rescatar  de su cautiverio al autor de “El Quijote”.


Tras la desamortización de Mendizábal fue sede de una sociedad lírica llamada Instituto Español. En 1847 se cerró la iglesia y fue convertido en el Museo Nacional de Pinturas, instalándose años más tarde en parte del edificio el Ministerio de Fomento, hasta que dado el mal estado del edificio, éste fue abandonado y finalmente demolido en 1897, abriéndose la calle del Doctor Cortezo y construyendo el Teatro Odeón, antecesor del Teatro Calderón, mientras que el Ministerio de Fomento fue trasladado al majestuoso Palacio de Fomento, inaugurado en 1897 en Atocha.   

De convento a Museo.

Orígenes y creación del Museo de la Trinidad, el primer museo público de España.
Durante el reinado de José I Bonaparte, el convento fue convertido en sede de la Real Biblioteca Pública, antecesora de la Biblioteca Nacional, que hasta entonces había estado  situada en el pasadizo de la Encarnación que unía el Alcázar con el Convento de Encarnación. Posteriormente Fernando VII restituyo el convento a los frailes y en 1835, un año antes de que Juan Álvarez de Mendizábal iniciara la desamortización de los bienes eclesiásticos, un grupo de académicos ilustrados se dirigieron a la Reina Regente, Mª Cristina de Borbón, para solicitarle la creación de una comisión civil que debería encargarse  de decidir que obras de arte y bibliotecas conservadas hasta ese momento en  los monasterios que iban a ser desamortizados deberían salvarse. 

    Mariano José de Larra, liberal convencido, fue quien levantaría la liebre publicando en agosto de 1835 en la revista Mensajero un artículo firmado con el seudónimo de Fígaro titulado: “Conventos españoles. Tesoros artísticos encerrados en ellos”. En el artículo, Larra afirma que:
“Los españoles no conocemos ni apreciamos bastantemente acaso los tesoros artísticos que poseemos. ¿No pudiera nombrarse una comisión civil, compuesta de hombres probos, y dar un destino más seguro a sus riquezas artísticas y literarias? Con tal de que no fuera una junta y tuviera que juntarse, en cuyo caso correrían el riesgo de llegar un poco tarde”

Desde el año 1835 la Academia de Bellas Artes de San Fernando, al igual que las demás academias provinciales, había tomado parte en el inventario de los objetos de ciencia y arte de los conventos suprimidos. En una junta ordinaria del 31 de agosto de 1835 la Academia acordó nombrar a D. Miguel de Inclán responsable de arquitectura, a D. Juan Gálvez de la pintura y a D. Francisco Elías de la escultura para que, junto a D. Jerónimo de la Torre, dictaminasen sobre lo más conveniente para la protección de los bienes eclesiásticos.

En un oficio de 1836 la Academia de San Fernando se dirige a la Reina Regente María Cristina de Borbón, para ponerle al corriente de la facilidad con que se podían adquirir obras de arte y sacarlas del país, como corroboraba el hecho de haberse decomisado en la aduana de la Puerta de Toledo de Madrid, seis cajones de cuadros pertenecientes a la viuda del Embajador de Francia, que hasta entonces habían estado depositados en la Academia de San Fernando. La protesta surtió efecto y el 5 de octubre del mismo año, una Real Orden ratificaba la prohibición de salida y venta de bienes de la Iglesia, a la vez que un Real Decreto de 6 de octubre establecía la obligación de reunir los objetos preciosos e inscribirlos en libros de asiento para de este modo impedir su venta.
La Virgen con el Niño - Petrus Christi -  Convento del Risco Piedrahita (Ávila)
Finalmente, se nombró una comisión formada por el pintor José de Madrazo, el escultor Francisco Elías y Juan Antonio Ribera, que conseguiría en pocos meses inventariar y trasladar casi 5.000 obras de arte, que se almacenaron en la Academia de Bellas Artes durante tres años, hasta que se decidió fundar el Museo Nacional de Pinturas, también conocido como Museo de la Trinidad por hallarse situado en el Convento de la Trinidad Calzada. Un Museo fundado en una época en la que era evidente la urgente necesidad de conocer y catalogar de nuestro patrimonio artístico, gracias a la Real Orden de 31 de diciembre de 1837, que disponía la creación de un Museo Nacional de Pintura que reuniese los las numerosas obras procedentes de los conventos desamortizados de las provincias de Madrid, Toledo, Ávila, Valladolid, Burgos, Zamora, Segovia  y Salamanca.


Retablo de  Dª María de Aragón -  El Bautismo de Cristo
En Madrid actuaron varios comisionados, dado el gran número de conventos que la capital contenía: San Felipe el Real, Recoletos, Capuchinos del Prado y de la Paciencia, Carmelitas Calzados y Descalzos, Agonizantes de Santa Rosalía, La Trinidad Calzada, San Cayetano de Güitos, Santa Bárbara, la Merced, el de Jerusalén de Franciscos, Mínimos de la Victoria y Trinitarios de Jesús. Dada la gran cantidad de obras de arte salvadas, en un principio se pensó en la Basílica de San Francisco el Grande, aunque finalmente la elección recayó en el convento de la Trinidad Calzada. Tras unas obras de acondicionamiento en las que la iglesia y las arquerías del claustro se dividieron en dos plantas, el Museo Nacional de Pinturas abrió sus puertas  el 24 de julio de 1838, día de la onomástica de la Reina Regente Dª Mª Cristina de Borbón, Viuda de Fernando VII y madre de la entonces aún menor de edad Isabel II.
Las obras del Museo de la Trinidad.
Escuela de Van Eyck - La Fuente de la Gracia Monasterio del Parral Segovia
 Un inventario general de los cuadros del depósito de la Trinidad con fecha del 24 de junio de 1838 nos permite conocer las pinturas allí reunidas, clasificadas según su calidad como de primera o segunda. A éstas tendríamos que añadir numerosas imágenes y piezas procedentes de la decoración arquitectónica de los edificios desamortizados. En las galerías situadas en el claustro se colocaron los 56 cuadros de Vicente Carducho procedentes de la Cartuja de Sta. María del Paular. Procedentes de las diferentes provincias visitadas por los comisionados, se contaba con los cuadros que formaban el retablo de “Las Cuatro Pascuas” de Juan Bautista Maino con “El nacimiento”, “La adoración de los Reyes” y “La venida del Espíritu Santo”. 

El Triunfo de San Agustin - Claudio Coello -  Convento de Agustinos Recoletos - Alcalá de Henares (Madrid)
Igualmente colgaban de sus paredes obras tan importantes como “El tránsito de la Virgen” de Juan Correa de Vivar, “El Triunfo de San Agustín” de Claudio Coello, “San Jacobo de la Marca” de Zurbarán, Los retablos de “San Pedro Mártir” y “Santo Domingo de Guzmán de Berruguete, «La Virgen con el Niño» de Petrus Christus o “La Fuente de la Gracia”, una tabla flamenca de la escuela de Jan Van Eyck.

Cristo en La Cruz - Goya - San Francisco el Grande (Madrid)
En lo que respecta a Madrid, la relación era particularmente extensa, destacando entre otras obras los lienzos pintados por El Greco que componían el retablo de Dña. María de Aragón: “ El Bautismo de Cristo”, “Cristo en la Cruz”, “La Resurrección” y “Pentecostés”, “Cristo en la Cruz” de Goya, obra con la que fue admitido en la Real Academia de Bellas Artes, “San Juan de Mata renunciando al doctorado» de Carducho, “El martirio de San Bartolomé» de Francisco Camilo, seis de las ocho escenas que Tiépolo pintara para un viacrucis encargado por la Congregación de San Felipe Neri, “Santa Ana dando lección a la Virgen”, “La Concepción”, “La Anunciación”, “La Adoración de los Reyes” y “La Presentación en el Templo” de Francisco Rizi, un “San Sebastián”  de Carreño de Miranda, “La Redención” una obra atribuida inicialmente a Roger van der Weyden, pero en realidad de Vrancke van der Stockt… Lo que hacía un total de más de 550 pinturas.

Majas y manolos asomados a un balcón - Francisco de Goya
A las obras procedentes de los edificios hasta entonces propiedad de la Iglesia, se unieron las incautadas al infante don Sebastián Gabriel de Borbón y Braganza tras su apoyo a los carlistas, entre las que figuraban entre otras: “El martirio de San Sebastián” y “Boceto del entierro de una Reina” de Sebastián Muñoz, “Sansón desquijarrando a un león” de Rubens, “La Anunciación de Ntra. Señora” de Antonio de Pereda, “El martirio de San Bartolomé” de Carreño, “San Fernando” de Murillo, “Retrato de Carlos II joven” de Velázquez, “Retrato de religioso” de El Greco, “El Salvador” de Juan de Juanes, “Majas y manolos asomados a un balcón” de Goya… En total, 191 pinturas.

La Venida del Espiritu santo - Juan Bautista Maino

El Nacimiento - Juan Bautista Maino


La Adoración de los Reyes - Juan Bautista Maino
Tras cerrarse tan solo nueve días después de su inauguración,  un hecho realmente insólito, el museo volvería a abrir sus puertas al público el 2 de mayo de 1842, siendo regente el general Espartero. En 1862 se nombró subdirector al crítico e historiador Gregorio Cruzada Villaamil que llevó cabo una catalogación más precisa de las obras que figuraban en lista redactada en 1854, un catálogo que no se publicó hasta 1865, si bien, de los 1733 cuadros que figuraban en el inventario de 1854 tan solo catalogó 603, haciendo notar que los cuadros incautados al infante le habían sido ya devueltos en 1861. 

Amadeo I de Saboya
Tras la Revolución de septiembre de 1868, conocida como  “La Gloriosa”, se consideró oportuno llevar a cabo la fusión de los museos de la Trinidad y el Prado, lo que se llevó a cabo mediante un decreto con fecha  25 de noviembre de 1870 firmado por José de Echegaray y otro con fecha 22 de marzo de 1872, durante el reinado Amadeo I de Saboya, que suprimieron el Museo Nacional de Pinturas traspasando sus fondos al Prado, que pasó a ser el Museo Nacional de Pintura y Escultura. Como dato realmente sorprendentes hay que mencionar que solo se incorporaron a los catálogos de éste 83 obras, se devolvieron al infante 165, 102 obras resultaron destruidas y  262 se dieron por inservibles siendo destruidas en el mismo museo, siendo el resto repartidas por distintos museos provinciales y edificios oficiales como ministerios o embajadas.


 En la actualidad del Convento de la Trinidad Calzada, y por tanto del museo, tan solo queda en pie la capilla del Ave María, situada en la calle del Doctor Cortezo junto al cine Ideal, en la actualidad convertida en un  comedor de caridad gestionado por la Real Congregación de Esclavos del Dulce Nombre de María con la ayuda de voluntarios.




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