La Gran Vía y sus edificios. Tramo II.

En esta segunda parte, de las tres que dedicaremos a la Gran Vía, recorreremos el Tramo II o Avenida A desde su inicio en la Red de San Luis, finalizando en la plaza del Callao.

Tramo II o Avenida A



Las obras del segundo tramo de la Gran Vía dieron comienzo en 1917. En principio estaba previsto que éste fuera un bulevar, pero en 1921 se abandonó esta idea, transformando el proyecto inicial en una vía totalmente llana y recta con una longitud de 409m y 35 metros de anchura, que uniría la Red de san Luis con la Plaza del Callao. En contraposición con el tramo, en el que predominaban los edificios de estilo neo barroco y regionalista con algunas aproximaciones al modernismo, en este nuevo tramo, junto a edificios más clásicos, similares a los del primer tramo destacan algunos edificios realmente excepcionales, como los proyectados por Antonio Palacios. En este tramo proliferarán las salas de cine y algún teatro, lo que convertirá a la Gran Vía en la zona de ocio y diversión de la capital.



Denominado en principio Avenida de Pi i Margal, durante la Guerra Civil fue conocido entre los madrileños como avenida de los obuses o del quince y medio, ya que este era el calibre de los proyectiles que se lanzaban desde el frente contra el edificio de la Telefónica. En 1939, tras el final de la contienda, pasó a ser la  avenida de José Antonio y finalmente desde 1980 fue la Gran Vía, el nombre con el que siempre había sido popularmente conocida.



Su trazado seguía el de la calle de Jacometrezo, que desapareció hasta la plaza de Callao, que sería ampliada aprovechando las obras de la nueva avenida. Pero esta calle no sería la única afectada por las obras, desapareciendo las calles de los Leones y del Jacinto y la travesía del desengaño, viéndose afectadas en su trazado las calles de Tres Cruces, Desengaño, Abada, Mesonero Romanos, Chinchilla, Salud, Horno de la Mata, Hita, Valverde, Carmen e Hilario Peñasco. Por otra parte las librerías de viejo que se encontraban en la zona afectada por las obras se trasladaron a la conocida Cuesta de Moyano, donde aún permanecen.



En 1918 se aumentó la altura máxima de los edificios hasta los 35 m,. Las obras de infraestructura, urbanización y pavimentación comenzaron en septiembre de 1917, finalizando en 1924. La recepción definitiva de las obras tuvo lugar el 20 de agosto de 1927.
 El 4 de agosto de 1922, la concesión de derechos sobre la Gran Vía pasó al empresario bilbaíno Horacio Echeverrieta Maruri, que adquirió todos los solares edificables, desde Callao hasta la Plaza de España, que contó con el asesoramiento del arquitecto Secundino Zuazo. Finalmente cabe mencionar que José López Sallaberry fallecería el 23 de junio de 1927, recibiendo un sentido homenaje del pueblo de Madrid, al recorrer su carroza fúnebre la Gran Vía.



Los edificios de este segundo tramo buscaban la internacionalización a la vez que la monumentalidad, con obras de magníficos arquitectos como Teodoro Anasagasti en los Grandes Almacenes Madrid-París (1920), Antonio Palacios en el Edificio Matesanz (1919) o Ignacio de Cárdenas que contó con la colaboración del americano Lewis S. Weeks para el proyecto del edificio de la Telefónica (1925), en el que queda patente la influencia de la Escuela de Chicago. Se trata de edificios mucho más avanzados y modernos, que reflejan a la perfección la evolución de la arquitectura española en el primer tercio del siglo XX.



Y ahora, tomando como punto de partida la Red de San Luis, os propongo un recorrido a lo largo y ancho del segundo tramo de la madrileña Gran Vía. Un agradable paseo que llegará hasta la plaza del Callao, en el que nos detendremos en sus edificios más representativos.


HOTEL METROPOLITANO, GRAN VIA, 23

Este edificio, en un principio destinado a viviendas de alquiler, fue proyectado por los arquitectos Vicente Agustí Elguero y José Espelius Anduaga por encargo del Colegio de Escoceses de Valladolid sobre un solar de 645'41 m2 que le había sido entregado por la sociedad promotora de la Gran Vía, en compensación por la expropiación de la casa que poseía entre las calles de la Salud y Chinchilla.




El proyecto, firmado en diciembre de 1917, destinaba el sótano a instalaciones generales y trasteros. El portal abierto hacia la Red de San Luis daba acceso a la vivienda del portero y a la escalera principal con dos ascensores, accediéndose a la escalera de servicio y el montacargas a través del patio central. Las ocho plantas superiores más el ático se dividen en dos pisos distribuidos en torno dos patios con todas las estancias principales exteriores, incluyendo un espacioso salón de planta circular situada en la rotonda de la esquina.
Sobre el basamento almohadillado de la planta baja, se podrían ver tres cuerpos sucesivos con, dos, tres, y dos plantas, con balcones corridos abalaustrados que se prolongan sobre los tres miradores de la fachada de la calle de la Montera y el único que da a la Gran Vía, quedando entre ambos el torreón cupulado de la esquina. La  decoración es de estilo barroco afrancesado, destacando las ménsulas de apoyo de los balcones y las semi columnas jónicas que debían enmarcar el tramo central de los miradores.




La licencia de obras se solicitó el 4 de abril de 1918, siendo concedida el 26 de octubre siguiente. Sin embargo el edificio final presentaría numerosas modificaciones debido a las reformes realizadas por Espelius, destacando la creación de un cuerpo volado que rodea la esquina lo que imposibilitó la construcción del torreón circular inicialmente previsto, que fue  sustituido por un gran frontón triangular curvado.



Durante la construcción se decidió alquilar el edificio al empresario hotelero Jaime Torrens, pasando a convertirse en el Hotel Metropolitano, que con sus 140 habitaciones abriría sus puertas el 21 de abril de 1923. Como anécdota curiosa merece la pena  apertura, donde se consigna que mencionar que durante el primer año, el Metropolitano recibió 27.337 viajeros de muy diversas nacionalidades, lo que demostraba el carácter cosmopolita que iba a adquirir en un breve espacio de tiempo la Gran Vía.



En los primeros años en sus locales comerciales se instalaron las marcas discográficas La Voz de su Amo y Odeón, que tras la Guerra Civil dieron paso a la  joyería Aleixandre con su elegante marquesina revestida de espejos, que afortunadamente aún se conserva, pese a que en 1980, la prestigiosa joyería fue sustituida por una hamburguesería de una conocida empresa estadounidense.

HOTEL GRAN VÍA, GRAN VÍA, 25



Según el plano de Pedro de Texeira, en este solar se alzaba el Hospital de San Luis de los Franceses, fundado en 1615 por el capellán de Felipe III, Enrique Saureu, para asistir a sus compatriotas. La iglesia original tenía entrada por la calle de Jacometrezo, siendo sustituida en 1862 por una nueva edificación con entrada por la calle Tres Cruces, que sobrevivió a las obras de la Gran Vía hasta 1960 cuando fue demolida. En cuanto al antiguo hospital, éste fue una más de las víctimas de la piqueta durante la construcción de la nueva avenida



El edificio fue proyectado en 1919 por el arquitecto Modesto López Otero, autor asimismo de los Almacenes Rodríguez situados en nº19 de la Gran Vía, sobre un solar de 940'39 m2. El proyecto preveía dedicar el subsótano a instalaciones y cocinas; el sótano a diversos servicios del hotel, además de los almacenes de los locales comerciales. En la entrada al hotel se encontraban, el vestíbulo con sala de espera, la recepción, el hall con dos ascensores y las escaleras principal y de servicio; el piso principal estaba ocupado por los diferentes salones, y las seis plantas restantes a las habitaciones, de las que sólo trece de cada piso daban al exterior. Los baños y aseos eran todavía comunes.

La elegante fachada, recuerda algunos edificios de la Escuela de Chicago, con un basamento de doble altura con pilastras jónicas de mármol. El cuerpo principal consta de cinco pisos con sencillas ventanas rectangulares, rematándose con una gran cornisa volada y una balaustrada que se interrumpía para sostener una peineta con las siglas "RGR", las iniciales de los apellidos de los promotores del hotel: Rodríguez, Gancedo y Rubio.
Los trabajos duraron cinco años, obteniendo el certificado final de obras el 12 de enero de 1925 y el permiso definitivo el 26 de febrero de 1927, si bien el hotel ya había abierto sus el día 21 de enero de 1925.



El edificio fue objeto de una primera reforma a cargo del arquitecto Miguel de los Santos Nicolás entre agosto de 1934 y febrero de 1936, en la que se renovaron los baños y se convirtieron los locales comerciales en un café de doble altura con brasserie, grill room, y un bar. Sería en este hotel, junto con el Florida, desde donde Ernest hemingway escribiria sus crónicas sobre la Guerra Civil. tal y como puede leerse en una placa instalada en la fachada. Tras la contienda, el edificio fue nuevamente remodelado entre 1947 y 1954, y de nuevo entre 1986 y 1988, pasando desde entonces  ser el hotel Tryp Gran Vía.



Lamentablemente, tras las sucesivas reformas desapareció la marquesina de hierro y cristal en "ala de mosca" que recorría la fachada de la Gran Vía.

EDIFICIO MATESANZ, GRAN VÍA, 27



Este edificio ocupa el solar donde se encontraba en el siglo XVI la casa que construyó Juan de Herrera para el escultor milanés Giacomo da Trezzo, conocido en España como Jacometrezo, que daría nombre a la calle que desapareció en su mayor parte al construirse la Gran Vía. El solar, con 716'5 m2, fue adquirido en 1918 por Jacinto Matesanz junto con su hermano Antolín, quienes encargaron a Antonio Palacios Ramilo la construcción de edificio destinado a tiendas y oficinas de alquiler.



La solicitud de licencia de obras se realizó el 23 de junio de 1919, siendo otorgada el 24 de noviembre, realizándose la construcción en tres años, obteniendo el permiso de alquiler el 21 de noviembre de 1924.



El edificio se distribuye en un subsótano destinado a servicios generales y almacenes; un sótano dividido en dos espacios diáfanos para uso de los locales de la planta baja, accediendo a través del portal a un vestíbulo y un gran hall central acristalado a la altura de la séptima planta, con ascensores exentos y una escalera de traza imperial. Los siguientes seis pisos se dejaban diáfanos, para poder adaptarse mejor a las diferentes necesidades de los futuros inquilinos. Dos plantas situadas por encima de la cubierta del gran patio central se repartían en catorce despachos con sus correspondientes salas de espera.

 

Palacios llevó a cabo un auténtico alarde de su gran talento, optando por recrecer la altura habitual del basamento, enlazando la planta baja y los dos entresuelos mediante grandes pilastras de granito. Grandes ménsulas decoradas como triglifos sostienen el balcón corrido de la primera planta, desde la que arrancan unas esbeltas pilastras jónicas que recorren los tres pisos siguientes, terminando en sendos arcos que dan luz al cuarto piso; La quinta planta es una banda continua, entre la moldura de remate de los arcos inferiores y la gran cornisa volada, mientras el ático presenta un balcón corrido apoyado sobre la cornisa y dos pisos más, estos retranqueados, que sólo se hacen visibles en los torreones de esquina. 


Palacios utilizó elementos muy representativos de su arquitectura, como las esquinas redondeadas, los miradores de acero y cristal con las aristas curvadas, la cerámica con reflejos de cobre en los capiteles y el mosaico de trencadís dorado en los tímpanos de los arcos superiores. 



En las sucesivas reformas realizadas en el edificio, las pilastras diseñadas por Antonio Palacios han resultado notablemente desfiguradas, mientras que en los torreones se echan en falta las columnatas y los escudos.




En sus locales estuvieron entre otros, la sastrería Mata Hermanos, la guantería de Felisa Ramírez, la cervecería Spiedum y la camisería Quirós.

EDIFICIO TELEFÓNICA, GRAN VÍA, 28



En este solar estuvo prevista en un principio la apertura los Grandes Almacenes Victoria, en un edificio proyectado en 1922 por el arquitecto Joaquín Juncosa Molíns.  Tres años después el solar pasó a manos de la Compañía Telefónica Nacional de España filial de la norteamericana I.T.T. que pagó 3.260.140'15 pesetas. a las que hubo que sumar otras 850.000 pesetas. como compensación al contratista Emilio Hees por la cancelación del proyecto anterior.



El proyecto fue encomendado en 1925 a Juan Moya Idígoras, que renunció al poco tiempo a causa de las exigencias de la compañía, cediendo el lugar a su antiguo alumno Ignacio de Cárdenas Pastor, que ocupaba desde el año anterior el cargo de arquitecto responsable del Departamento de Edificios de Telefónica. Cárdenas contó con la colaboración del norteamericano Louis S. Weeks, que suministró la volumetría general del edificio con su juego de retranqueos.



El proyecto destinaba el subsótano a instalaciones técnicas; el sótano a cajas fuertes, laboratorio de materiales y almacenes; la planta baja y el entresuelo a los vestíbulos de acceso y los servicios de atención al público; el piso primero a oficinas y servicios médicos; segundo y tercero a equipos automáticos; cuarto y quinto a oficinas y líneas interurbanas atendidas por operadoras; del sexto al duodécimo se extendían las oficinas de la compañía, con la excepción del noveno, la llamada planta noble, donde se encontraban los despachos de los directivos y la sala del consejo; para el decimotercero se preveía un gran salón de conferencias, biblioteca, y las oficinas de la Asociación de Empleados; mientras que la torre acogería el mirador y un depósito con 45.000 l de agua que servía para garantizar la presión necesaria en todo el edificio.



La fachada se realizó con el habitual esquema tripartito, con un basamento de doble altura con pilastras de estilo toscano de granito y la gran portada neo churrigueresca de cuatro pisos de altura, superpuesta al placado de arenisca Bateig, procedente de Monóvar, que recubre los pisos superiores. En la séptima planta donde se observa el primer retranqueo, marcado por unos áticos de remate coronados por los escudos de provincias españolas. 



Tras seis plantas más, nos encontramos con la cornisa volada rematada con pináculos piramidales, que señala el arranque de la torre, en cuyo primer cuerpo se encuentra un gran escudo nacional. El segundo cuerpo de la torre, escalonado y rodeado de contrafuertes, presenta en sus cuatro lados grandes ventanales como si se tratara de un campanario, rematándose con cuatro pináculos de esquina que enmarcan peinetas rematadas por jarrones.


    

La altura del edificio proyectado, con sus 89'3 m, dificultó la obtención del permiso municipal correspondiente, pues el Arquitecto Inspector de la Reforma Urbana, José López Sallaberry, se opuso a autorizar una obra que duplicaba con creces la altura permitida. 



La Compañía Telefónica Nacional de España alegó su carácter monumental y artístico, el servicio al que se destinaba, la dificultad de encontrar un solar mayor en zona céntrica, y sobre todo el estar declarado de utilidad pública, por lo que quedaba exonerado de cumplir las ordenanzas municipales. Atendiendo a estas alegaciones la licencia se concedió finalmente  el 7 de octubre de 1926, y sólo cinco días más tarde arrancaron los trabajos, que se desarrollaron con gran rapidez. 



La estructura, que requirió el empleo de 3.000 toneladas de acero posteriormente revestido de hormigón para hacerlo ignífugo, se inició el 18 de marzo de 1927 y quedó acabada el 30 de octubre de ese mismo año; mientras que las losas de forjado de hormigón armado se comenzaron a encofrar el 4 de junio y se acabaron a fines de enero de 1928.



En la construcción del que habría de ser el primer rascacielos de Madrid, participaron otros arquitectos como José María de Arrillaga, Manuel Aníbal Álvarez, Santiago de la Mora, José Luis Durán de Cottes y Luis Feduchi, y artistas y artesanos como el escultor Rafael Vela, el pintor Hipólito Hidalgo de Caviedes, Emilio Sordelli que se encargó de los pavimentos de mármol y los adornos realizados en piedras duras, José Vidal encargado de las rejerías y el escayolista de Enrique Fino.



Aunque la fecha oficial de terminación de las obras fue el 1 de enero de 1930, tal y como se puede ver en el mural del vestíbulo obra de Hidalgo de Caviedes, el proyecto completo no quedó terminado hasta mucho más tarde, cuando tras reparar los destrozos provocados por la Guerra Civil, se ancló en la última azotea una torreta metálica de antenas, instalando en la torre un reloj luminoso.



Años después, un equipo formado por Quanto Arquitectura, la empresa de interiorismo Kilika y la agencia estadounidense Brandimage, reformó el lobby original para instalar una tienda de Telefónica, que ha ocultado la decoración original en la que se utilizaron los mejores materiales. Incluso la fachada quedo desfigurada, al quedar la entrada tapada por una embocadura superpuesta. Otro desatino más de los muchos que han sufrido los edificios de la Gran Vía..

Viviendas y oficinas para la Constructora Calpense (Casa del Libro), GRAN VÍA, 29



Según el plano de Texeira de 1656, en este solar se hallaba el Colegio de los Escoceses fundado en 1623 por el coronel escocés William Sempill of Lochwinnoch. En 1771, el Colegio fue trasladado a Valladolid por el reverendo John Geddes. El solar resultante tras la demolición del edificio de viviendas que se levantó en el mismo lugar tras el derribo del colegio, fue adquirido por la Constructora Calpense, una sociedad filial de la editorial Espasa Calpe, S.A. creada en abril de 1920 para construir un "Palacio del Libro".



El arquitecto José Yarnoz Larrosa fue el encargado del proyecto de un edificio que constaba de un subsótano destinado a trasteros e instalaciones; un sótano con dos viviendas para los porteros ya que el edificio contaba con dos portales: uno principal y otro de servicio y los almacenes de los cuatro locales de la planta baja, donde se instalaría la propia Espasa Calpe, S. A., que también ocupo el patio central con una sala de exposiciones y conferencias de planta oval cubierta con una vidriera.


La planta principal se destinó a oficinas, y los cinco pisos superiores y el ático contaban con dos viviendas, con las habitaciones principales exteriores.



Yarnoz adoptó para el edificio un estilo neo churrigueresco, eliminado casi por completo los paramentos del zócalo comercial, con tres grandes escaparates que ocupan practicamente toda la fachada. Sobre este basamento de doble altura se extienden una serie de arcos rebajados, separados por las ménsulas de apoyo del balcón corrido que da inicio al cuerpo principal del edificio con miradores, rematado por una cornisa y sobre ésta, el ático rematado por una cornisa desde la que arranca el sotobanco de doble altura, rematado con una balaustrada y dos torreones de esquina con flameros, volutas y pináculos, en línea con los miradores del cuerpo principal.




Las obras comenzaron en abril de 1920, obteniendo la licencia de obras en marzo de 1921. Las obras concluyeron el 30 de noviembre de 1923, otorgándose la licencia el 5 de abril de ese año, aunque Espasa Calpe ya había abierto sus puertas en abril de 1923, ocho meses antes de que Yarnoz certificase el final de los trabajos.



Poco después se inauguró la tienda de la Unión Relojera Suiza, perteneciente a la familia Grassy, que instaló a la altura del entresuelo un gran reloj volado sobre la acera tristemente desaparecido. La Revista de Occidente fundada por José Ortega y Gasset, la compañía de seguros La Patria Hispana, Telefunken AEG Ibérica, Metropol Film y el Hotel Coruñesa fueron también algunos de los inquilinos del inmueble. Durante la Guerra Civil, la Casa del Libro fue requisada pasando a ser la Oficina Central de Propaganda de las Juventudes Socialistas Unificadas, recuperando su uso original al término de la contienda.



Tras las sucesivas reformas, también este edificio ha sufrido la pérdida de varios elementos decorativos, como el esgrafiado que adornaba los entrepaños, los frontones partidos y los jarrones y pináculos que remataban los torreones.

VIVIENDAS Y TEATRO DEL MARQUÉS DE FONTALBA, GRAN VÍA, 30



El marqués de Fontalba y Cubas, encargó en 1920 al arquitecto José López Sallaberry el proyecto de un edificio de viviendas que incluyese un teatro bautizado provisionalmente como Olimpia, pero que terminaría llamándose Fontalba, siendo el primer edificio destinado al mundo del espectáculo que se levantó en la nueva avenida.



Sallaberry diseño un teatro a la italiana, con su característica planta de herradura y , 1.246 butacas. Contaba asimismo con veintidós camerinos individuales y tres comunes. El amplio escenario tenía una anchura en la boca de 12 m, que se ensanchaba hasta 19'2 m en los hombros. El interior fue diseñado por el decorador belga M. Sacé en estilo Luis XVI, utilizando mármol, bronce cincelado, caoba y terciopelo azul. 



El telón principal fue realizado por la Real Fábrica de Tapices y el de entreactos, una reproducción del tapiz “La escuela de las ninfas”, fue pintado por el escenógrafo Higinio Colmenero. El Fontalba contaba además, con una moderna maquinaria escénica, que incluía baterías eléctricas y reflectores capaces de simular con gran perfección múltiples efectos luminosos. Gestionado por la familia Escudero, propietaria del teatro de La Comedia y con la dirección artística a cargo de Eduardo Marquina, el Teatro Fontalba se inauguró el 20 de octubre de 1924 con la obra “La virtud sospechosa” de Jacinto Benavente.



Debido a su cargo como Arquitecto Inspector de la Reforma Urbana, los planos para la obtención de la licencia no fueron presentados por Sallaberry, sino por su yerno el arquitecto Teodoro de Anasagasti Algán en 1920, y tal como era de esperar la aprobación municipal se obtuvo sin apenas problemas. Por lo visto, poco han cambiado las cosas en España.



En el cuerpo central del Fontalba, grandes pilastras acanaladas con capiteles decorados con la lira de Apolo separaban tres ventanales cerrados por vidrieras emplomadas, mientras que sobre el ático, con otras tres ventanas separadas por pilastrillas, se situaba una peineta que servía de pedestal a una escultura alegórica con la Música y la Poesía sentadas al pie de la Libertad.



Dos edificios gemelos con acceso por las calles de Valverde y Gonzálo Jiménez de Quesada, se distribuían en un bajo comercial con dos locales, un entresuelo destinado a oficinas y ocho pisos con dos viviendas por planta, distribuidas con las estancias principales abiertas al exterior. Estos dos edificios cedían el protagonismo al cuerpo central, ocupado por el teatro, mediante recursos decorativos, como los balcones corridos a la altura del piso principal, los miradores almohadillados entre los pisos quinto y octavo o las cornisas sostenidas por ménsulas que delimitaban el cuerpo del ático uniendo los tres edificios en uno solo.



Debido a su cargo como Arquitecto Inspector de la Reforma Urbana, los planos para la obtención de la licencia fueron no fueron presentados por Sallaberry sino por su yerno el arquitecto Teodoro de Anasagasti Algán en 1920 y como era de esperar la aprobación municipal se obtuvo sin problemas. 



El certificado final de obras de los dos edificios se otorgó el 21 de abril de 1925. Por lo visto, poco han cambiado las cosas en España. En la planta baja se instalaron poco después, la zapatería La Imperial y la firma de máquinas de escribir Hispano Olivetti, mientras que en los pisos superiores estuvieron la pensión Millán y el Hotel Francia.



Durante la II República el Teatro Fontalba fue rebautizado como Teatro Popular, y en 1949 pasó a llamarse Teatro Álvarez Quintero, cerrando sus puertas definitivamente en 1954.



Cinco años después se construía en su lugar el Banco Coca, diseñado por el arquitecto Luis Blanco Soler, que proyecto una gran torre central sobresaliendo por encima de los cuerpos laterales. 



Entre 1989 y 1992 se acometió una nueva reforma de los tres edificios que fue aprovechada para revestir la torre con vidrio oscuro y reproducir, con poco acierto, la antigua fachada del teatro.

ALMACENES MADRID-PARÍS, GRAN VÍA, 32 Y 32 B



Los Almacenes Madrid-París fueron los segundos de su clase que se edificaron en la Gran Vía tras los Almacenes Rodríguez, siendo los primeros en adoptar el sistema de ventas por departamentos habitual en Francia. El proyecto original fue realizado por el arquitecto G. Braive de la Societé d'Etudes et de Constructions, siendo ligeramente modificado por Teodoro de Anasagasti Algán, que se encargaría de dirigir la construcción. El solar contaba con 3.809'46 m2,  y como curiosidad, cabe reseñar que se conservó el inmueble que hacía esquina en la calle Desengaño con Mesonero Romanos, que quedó integrado en el nuevo edificio.



El edificio se levantaba en torno a un gran patio de luces octogonal, que llegaba hasta la cuarta planta y se cubría con una cúpula  de 30 m de diámetro, coronada por una linterna. La zona destinada a la venta ocupaba las tres primeras plantas, el bajo y parte del sótano, dedicándose el resto a instalaciones y almacenes de mercancías.




Las obras comenzaron en diciembre de 1920, al tiempo que se solicitaba la correspondiente licencia, aunque la concesión de ésta se retrasó entre otros motivos, a las diferencias existentes entre los planos de París y la alineación de la calle del Desengaño.
La entrada se efectuaba por dos grandes puertas situadas en los chaflanes de la Gran Vía y otra central de menor tamaño, todas ellas con soportales, que únicamente sirvieron para alejar los escaparates de los posibles compradores. El acceso al sótano se efectuaba por una escalera imperial enfrentada a otra de planta ondulada que subía hasta el entresuelo, mientras que al resto de las plantas se accedía a través de dos escaleras y dos ascensores situados al fondo del local y otros cuatro elevadores exentos.



El exterior se resolvía con una superposición de varios cuerpos bien diferenciados: el soportal, formado por una serie de pilares revestidos de mármol; el cuerpo principal con pilastras de orden toscano y cuatro plantas de altura, con vanos acristalados; y el cuerpo de oficinas, rematado con una sencilla cornisa coronada por un antepecho abalaustrado. Los chaflanes situados en la Gran Vía estaban rematados por dos templetes circulares cubiertos por cúpulas escalonadas rematadas por pináculos, que contenían dos depósitos de agua que se utilizarían en caso de incendio. El edificio  se remataba con dos peinetas con el anagrama de la compañía una M y una P entrelazadas rodeadas por dos cornucopias, símbolos de la abundancia.



La inauguración tuvo lugar el 4 de enero de 1924 con la asistencia de los reyes D. Alfonso XIII y Dª Victoria Eugenia. Un año más tarde, el 17 de junio de 1925, seria de nuevo el monarca quien inauguraría en este mismo edificio la emisora de Unión Radio.
Por desgracia, las ventas no respondieron a lo esperado por lo que en 1925, se realizaron algunas reformas, como el cierre de la escalera de acceso al sótano, que se sustituyó por otras dos laterales, abriéndose poco después una sección de alimentación y un salón de té con capacidad para 600 personas. Finalmente los efectos de la Gran Depresión de 1929, 
llevaron a la quiebra a los Grandes Almacenes Madrid-París que cerraron en 1934.




Tras el cierre definitivo se procedió a realizar una profunda reforma del edificio, sustituyendo finalmente los soportales por escaparates, dividiendo al mismo tiempo la planta baja en locales, en los que poco después se instalaron los Almacenes SEPU  y la agencia de turismo CARCO. 



El patio central se transformó en el cine Madrid París, con 500 localidades, siguiendo un proyecto del arquitecto francés Charles Siclis, que diseñó para el vestíbulo un techo perforado por una retícula de círculos luminosos, decorado con una fuente  de estilo Art Decò.


El nuevo cine se inauguró el 25 de abril de 1935 y tras la Guerra Civil paso a ser el cine Imperial, desaparecido a principios del siglo XXI para ser sustituido por una tienda.
En 1956 el arquitecto Fernando Cánovas del Castillo aumento la altura del edificio en  tres plantas, eliminándose las peinetas que remataban los chaflanes y los templetes circulares que albergaban los depósitos de agua.



El edificio se remató con un ático rematado con una cúpula coronada por un Ave Fenix, símbolo la compañía aseguradora La Unión y el Fénix, nueva propietaria del edificio. Actualmente y desde el año 2015, la firma de moda Primark ocupa cuatro plantas del edificio.
           
HOTEL ALFONSO XIII, GRAN VIA, 34



El arquitecto José Yarnoz Larrosa, proyectó para Martín Lago un edificio de oficinas y viviendas con once plantas, distribuido en sótano con almacenes, trasteros, instalaciones y la vivienda del portero; planta baja de uso comercial, con un portal que daba acceso a un hall acristalado a la altura del séptimo piso y una escalera situada al fondo que permitía el acceso las oficinas, que ocupaban el entresuelo, el principal, y los cuatro pisos siguientes. Los tres últimos pisos se destinaban a uso residencial, ofreciendo dos posible soluciones: dos viviendas por planta, con las habitaciones principales abiertas a la Gran Vía, o una distribución para uso hotelero, con veintidós habitaciones en cada una de los dos plantas inferiores y dieciséis en el sotabanco, con baños y aseos comunes.


          Solicitada la licencia de obras el 14 de enero de 1921, ésta fue denegada por el Arquitecto Inspector de la reforma Urbana, José López Sallaberry, por lo que Yarnoz entregó unos nuevos planos, corregidos el mes de febrero siguiente. El permiso definitivo fue finalmente aprobado el día 5 de abril. Poco después, Yarnoz abandono el proyecto, siendo sustituido por Antonio Palacios Ramilo, que era realmente el autor, habiendo actuando hasta entonces Yarnoz como un simple colaborador para firmar los planos y dirigir las obras.



El edificio se inicia con un zócalo comercial de doble altura coronado por un entresuelo con grandes ménsulas, que soportan un balcón corrido sobre el que descansan los miradores del principal, enmarcados por columnas jónicas revestidas de mármol con capiteles de bronce, enlazando con los miradores de hierro y cristal de los tres pisos siguientes. El cuarto piso está diseñado a modo de friso, rematándose el conjunto con un ático de doble altura, con el segundo retranqueado y flanqueado por torreones de esquina.



Tras diversas reformas que afectaron básicamente a la escalera semicircular, que fue sustituida por otra imperial con dos ascensores. Antonio Palacios firmó el 14 de noviembre de 1923 un primer certificado final de obras, seguido de un segundo firmado el 3 de abril del siguiente año, demorándose la licencia de ocupación hasta el 15 de diciembre de 1924, aunque el hotel Alfonso XIII, que finalmente se extendió por los seis pisos superiores, sumando 200 habitaciones, todas con cuarto de baño y teléfono, ya había abierto sus puertas el día 1 noviembre de 1923, celebrándose el 15 siguiente la inauguración oficial.
En las plantas comerciales instalaron sus sedes empresas como la marca de electrodomésticos Frigidaire o la firma de cajas registradoras National.




Durante la II República el hotel pasó a llamarse simplemente Alfonso, para ser reabierto tras la Guerra Civil como Hotel Avenida, El edificio fue nuevamente remodelado entre 1998 y 2000 por los arquitectos José Antonio Menéndez Morán Reverte y Francisco Rubio Hernández, pasando a ser el Hotel Tryp Cibeles, con acceso por la calle de Mesonero Romanos. En cuanto a las oficinas existentes hasta entonces en torno al gran vestíbulo cubierto, fueron igualmente rehabilitadas convirtiéndose en una tienda de la firma de modas Zara.

PALACIO DE LA MÚSICA, GRAN VÍA, 35



En 1924 la Sociedad Anónima General de Espectáculos (S.A.G.E.), encargó al arquitecto Secundino de Zuazo el diseño de una sala, con el nombre provisional de Olimpia, que sirviese tanto para conciertos como para exhibiciones cinematográficas. Zuazo renunció a la tradicional planta de herradura rodeada de palcos de los teatros a la italiana, disponiendo las butacas en filas paralelas a la pantalla, disposición que adopto igualmente en los dos anfiteatros, y situando en el inferior el salón y el bar abiertos hacia la Gran Vía. En el sótano, Zuazo diseño una sala de fiestas con una pista de baile circular de doble altura, rodeada por una columnata que sostenía una galería abierta.



Para la fachada utilizó un estilo clasicista, dividiéndola en siete paños con tres huecos en la planta baja, dos practicables y uno fingido, enmarcados por pilastras toscanas separados por unas hornacinas con jarrones, que en los extremos, se elevaban hasta el ático, interrumpiéndose en la zona central a la altura del principal, donde sus ventanas neo barrocas enlazan con los óculos que iluminan el vestíbulo del segundo piso. El edificio estaba rematado por una galería de orden jónico con columnas simples y pareadas que se alternaban con jarrones y una balaustrada con pináculos piramidales, tras la que se encontraba un ático retranqueado.



En el interior, Zuazo se inspiró en barroco sevillano que había desechado para la fachada, destacando las puertas de mármol del vestíbulo y la bóveda de la sala, con una lámpara diseñada de modo que reflejaba el sonido de los dos órganos que situados a ambos lados de la boca del escenario, decorada con un arco de medio punto y un ábside en columnas, cuya principal utilidad era aumentar la resonancia sin deformaciones del sonido.



Durante la madrugada del 4 de diciembre de 1925, sólo once días antes de la fecha de inauguración prevista, se produjo el hundimiento de la cubierta, causando la muerte de una vecina de la calle de Mesonero Romanos, 15. Las obras de reconstrucción se realizaron con gran rapidez, de modo que la sala, con un aforo total de 1.782 espectadores, se inaugro el 14 de noviembre de 1926 con la proyección de la película muda “La Venus americana, dirigida por Frank Tuttle. Casi tres años después, con el estreno en noviembre de 1929 de “Sombras blancas”, dirigida por Woodbrige Strong van Dyke, el Palacio de la Música se convirtió en una de las primeras salas de España en apuntarse al recién nacido cine sonoro.



El 22 de noviembre de 1932 se produjo un incendio que destruyó el escenario y el ábside, reabriendo tras la reparación de los daños, el 18 de febrero de 1933 con la película Grand Hotel, dirigida por Edmund Goulding. Durante estos trabajos se sustituyeron los órganos laterales por dos cadenas de candilejas y se aprovechó para modernizar la cabina de proyección.



Tras la Guerra Civil, entre 1942 y 1956, el edificio simultaneó las proyecciones cinematográficas con las actuaciones de la Orquesta Nacional de España. En 1957, se amplió el edificio añadiendo una planta destinada a oficinas y taller para carteles; en 1960 se amplío el vestíbulo y en 1961 se transformó la sala de fiestas en un teatro que, veintiún años más tarde, se dividió para dar pasó a dos cines.




El Palacio de la Música cerró sus puertas definitivamente el 22 de junio de 2008 con la proyección de la película “Antes que el diablo sepa que has muerto”, de Sidney Lumet. Adquirido por la Fundación Caja Madrid para convertirlo en sala de conciertos. 



El proyecto recuperaba la fachada original, restaurando vestíbulos y escaleras y  adelantando la boca del escenario, eliminando las columnas de candilejas. El sótano se destinaba a instalaciones, vestuarios, camerinos, y otros servicios para la orquesta y coro. Asimismo estaba previsto levantar una nueva planta con una sala polivalente de ensayos, que no sería visible desde la GranVía. Casi finalizada la reahabilitación, el descalabro de Caja Madrid trajo consigo la paralización de las obras sin que, a día de hoy, se haya aclarado el incierto futuro que aguarda al Palacio de la Música.

CINE AVENIDA, GRAN VÍA, 37



Este edificio, con una gran sala cinematográfica a nivel de calle y otra de fiestas subterránea en el sótano, fue proyectado en 1927 para Vicente Patuel Enrique por el arquitecto José Miguel de la Quadra Salcedo. Tras un arranque complicado, el proyecto recibió la aprobación de Sallaberry, pero la Junta Consultiva e Inspectora de Teatros impuso varios cambios para cumplir la normativa vigente, exigiendo entre otras modificaciones, la eliminación del café previsto en la planta baja, con el fin de dar salida directa y sin obstáculo a los espectadores, la instalación de aseos en cada piso y la ampliación de los pasillos del patio de butacas. La licencia de obras definitiva se aprobó el 20 de agosto de 1927, y el "Cinema Avenida", con 1.638 localidades, se inauguró el 29 de septiembre de 1928 con la proyección de la película muda “El ángel de la calle”, de Frank Borzage.



El edificio, muestra influencias del vecino Palacio de la Música. Presenta una planta baja con tres vanos de entrada enmarcados por columnas jónicas, separados por machones almohadillados, en cuya esquina se puede ver una inscripción con el nombre del arquitecto: "M Q SALCEDO / ARQUITECTO". Los machones situados en los extremos de este primer cuerpo se prolongan hasta alcanzar el ático, a la vez que enmarcan el cuerpo principal de color ladrillo, con los huecos de luces enlazados mediante un recercado.


El conjunto se remata con un ático en el que una serie de ménsulas soportan la cornisa de remate. El vestíbulo principal, al que se accedía a través de un vano flanqueado por columnas jónicas, se abría a un espacio de doble altura del que arrancaban dos escaleras simétricas que conducían al primer anfiteatro, todo ello realizado con los mejores materiales: mármoles, espejos grabados o arañas de cristal.



La sala estaba prevista para un uso mixto como cine y teatro, contando con la característica boca de escena, con su correspondiente telón, estando flanqueada por dos grupos de cuatro columnas corintias. Por último, la sala de fiestas seguía el ejemplo de su homóloga en el Palacio de la Música, con los vestíbulos de acceso situados bajo los del piso superior y la pista de baile debajo del patio de butacas. Tras la Guerra Civil, en 1941, la sala de fiestas reabrió como Pasapoga, que sería remodelada en 1953.



En 1962, el arquitecto Manuel Herrero Palacios, añadió a las escaleras de subida al anfiteatro un rellano intermedio que mejoraba el acceso, tanto a aquél como al patio de butacas. La nueva decoración de la sala fue obra del decorador Rafael García, que añadió sobre el escenario un friso pintado al fresco inspirado en el ballet, situando a ambos lados unas cadenas de lámparas inspiradas en las columnas de candilejas del Palacio de la Música. Y ya puestos, García aprovechó la reforma para cambiar las butacas por las que él mismo fabricaba, diseñadas en 1960 por el arquitecto Miguel Fisac, con la característica "pata de gallina”.



En 1993 se encargó a los arquitectos Ignacio y Eduardo Barceló de Torres un Plan Especial de Protección, una burda excusa para reconvertir el edificio en un centro comercial, que en esta ocasión fue rechazado por el Ayuntamiento de Madrid. Así, en 1998 se decidió la división del cine Avenida en varias salas, llevado a cabo por los mismos arquitectos que en 1983 habían llevado a cabo una transformación similar en el Palacio de la Música. Finalmente, el año 2009, el Cine Avenida fue convertido en una tienda de la cadena H&M, tras una modificación de la normativa municipal que ha facilitado el cierre de la mayor parte de los cines de la Gran Vía.

Viviendas para el marqués de Falces (Hotel Atlántico), GRAN VÍA, 38



Sobre un solar de 646'45 m2, el marqués de Falces encargó al arquitecto Joaquín Saldaña López la construcción de un edificio comercial y residencial, que debía destinar el último piso a vivienda de su propietario. La solicitud de licencia de obras se firmó el 2 de diciembre de 1920 y fue otorgada el 5 de abril del siguiente año; prolongándose los trabajos durante otros dos. Otorgándose el permiso de habitabilidad el 11 de mayo de 1925.



El edificio se distribuía en sótano, planta baja, entresuelo, seis pisos residenciales con dos viviendas cada uno, un último piso destinado íntegramente al marqués, y un sotabanco dividido en un estudio destinado a uso del propietario, además de una vivienda de alquiler. En el sótano estaban las instalaciones, trasteros, almacenes y la vivienda del portero. En la planta baja estaba el portal que daba acceso a la escalera principal con su ascensor y una entrada de garaje, por la que el automóvil del propietario accedía a un ascensor que subía directamente hasta su vivienda. Respecto a las viviendas, éstas se organizaban en torno al patio principal y otro de menor, con las habitaciones principales exteriores.



El piso del marqués de Faces, contaba con un hall de doble altura, del que arrancaba una gran escalera recta que permitía el acceso al estudio del sotabanco. En el piso inferior se encontraban las habitaciones principales, con un espacioso salón de esquina, mientras que alrededor de los patios se encontraban las habitaciones de servicio.



Saldaña utilizó un estilo academicista afrancesado en el que, tras el basamento almohadillado de doble altura se sitúa un balcón corrido, con el que se inician las cuatro plantas del cuerpo principal, con miradores enmarcados por columnas corintias. El cuerpo de coronación presenta la galería de columnillas volada tan característica de la obra de Saldaña, que añade otro nuevo cuerpo con un ático retranqueado. Mención especial merece la ingeniosa solución de la torre circular, lograda gracias a los dos miradores curvados, que se prolongan hasta el ático de remate, coronado por una cúpula revestida de zinc.


En enero de 1924 se abrió la pensión Arreis, en 1927 en el bajo comercial se instaló Renault y en 1933 la compañía de seguros Minerva, S.A. En la actualidad es el Hotel Atlántico quien ocupa el edificio tras una profunda remodelación del interior, obra  del arquitecto Antonio Roca Cabanellas.

EDIFICIO LA ADRIÁTICA, GRAN VIA, 39



Para la construcción de este edificio destinado a oficinas y viviendas, la compañía italiana de seguros La Adriática convocó un concurso al que se presentaron seis proyectos, resultando elegido el de Luis Sainz de los Terreros Gómez, autor del Círculo de la Unión Mercantil e Industrial situado en el nº24 de la Gran Vía.



La solicitud de la licencia de obras, se otorgó con gran rapidez el 27 de mayo; terminándose el 1 de julio de 1928, consiguiendo la licencia de alquiler, el 6 de junio del siguiente año, aunque la compañía ya había inaugurado su sede en octubre de 1928. El solar de esquina tenía una superficie de 624'74 m2 y el proyecto destinaba los dos sótanos diáfanos a instalaciones y almacenes; la planta baja y la entreplanta a locales comerciales; el portal de acceso, situado en la Gran Vía desembocaba en un hall con la escalera principal y dos ascensores y otra de servicio con montacargas, además de la vivienda del portero. El piso principal lo ocupaba la compañía promotora, con una sala de juntas oval situada en la rotonda de esquina. 



En el piso primero se encontraban las oficinas de la compañía, con un gran despacho situado en la rotonda con antedespacho, vestíbulo y aseo y la vivienda del director. En el segundo se encontraban los distintos departamentos de atención al cliente y las oficinas de contabilidad, expediciones, transporte y el despacho de los inspectores, además de una escalera privada de acceso al piso superior; Los cinco pisos siguientes se dividían cada uno en tres viviendas de alquiler, una de ellas en la esquina con la Plaza del Callao, que sólo tenían exteriores comedor, salón y despacho. Por último, el sotabanco se repartía entre una pequeña vivienda, el lavadero, los trasteros, y una escalera que permitía el acceso a la azotea superior; El tambor que soporta el templete del ángulo albergaba los archivos de la compañía propietaria.



El edificio, de un estilo cercano al neo barroco, presenta el habitual zócalo, en el que se sitúan los escaparates de los locales, separados por entre sí por columnas toscanas. El balcón corrido del que arranca el cuerpo principal se soportaba sobre ménsulas. Éste consta de cuatro pisos de altura, y presentaba en el centro de ambas fachadas los habituales miradores. Todo el conjunto se remataba con un piso de coronación y un último cuerpo de ático de dos plantas, con una columnata corintia que sostiene la cornisa de coronación, sobre la que asoma el templete circular de orden toscano, rematado por una cúpula apuntada. 



Destacan sobre el portal dos esculturas alegóricas de la Prudencia y el Ahorro de mármol de Carrara, que complementan al León de San Marcos de bronce, símbolo de la compañía, que ocupa el vano del entresuelo sobre la entrada y otras dos figuras representando al Día y la Noche, recostadas contra el reloj al pie del templete superior, rehabilitado en 1965 respetando su diseño original.



En sus locales comerciales y oficinas se instalaron entre otros, la Zapatería Segarra, la promotora Iberia Inmobiliaria o la distribuidora cinematográfica Atlantic Film. Y como anécdota creo que merece la pena mencionar, que en el tercer piso de este edificio vivió algunos años la inolvidable Celia Gámez.

            PALACIO DE LA PRENSA, GRAN VÍA, 46



La Asociación de la Prensa se planteó en 1917 levantar se sede en la Gran Vía siguiendo el ejemplo de otras sociedades madrileñas como la Gran Peña o el Casino Militar
Pero sería en 1920, con el incendio de la sede de San Marcos cuando se decidiría construir, sobre un solar 1.489 m2 de superficie, situado en el entronque del segundo y tercer tramos de la Gran Vía frente a la plaza del Callao. Dado el elevado coste de esta parcela que ascendió a 2.398.625 pesetas, la asociación decidió ampliar los usos inicialmente previstos con una sala cinematográfica, un café concierto, locales comerciales, y viviendas de alquiler.



El diseño del proyecto recayó en el arquitecto Pedro Muguruza Otaño antiguo discípulo y colaborador de Antonio Palacios, que supo sacar provecho de la ubicación prevista, planteando una gran torre que da remate a la plaza y se prolonga lateralmente en un cuerpo más bajo para enlazar con los restantes edificios de la avenida, disponiendo en la parte trasera el volumen correspondiente a la sala del cinematógrafo.




El proyecto del edificio incluía un sótano con los locales de la cooperativa y un gran café concierto con billares; una planta baja con un gran café y los portales independientes para acceder a la "Casa de la Prensa"; en el entresuelo estarían los restaurantes de periodistas e invitados, un gran salón de reunión y la sala de billar, además del patio de butacas de la sala de cine con su escenario giratorio, que permitía utilizarla para otros espectáculos; el piso principal de doble altura, incluiría salón de lecturas, sala de fiestas, el foyer del cine, con su café-bar y algunas oficinas de la sociedad propietaria.



 En la primera planta se instalarían la biblioteca, las salas de ajedrez y reunión, la peluquería, el limpiabotas, el estanco y los aseos, junto con el gran anfiteatro del cine; Las plantas restantes se destinaban a viviendas de alquiler, con tres viviendas o catorce estudios en cada uno, excepto en el torreón, con solo nueve estudios y aseos comunes.



El proyecto inicial presentaba algunas diferencias respecto al edificado finalmente, destacando especialmente la torre, en la que se cambio la planta rectangular original con un patio de luces central por otra en forma de U, que permitía una mejor iluminación y ventilación de los estudios, eliminando los bajorrelieves previstos en la fachada, las estatuas sobre la cornisa y un pedestal en la esquina con la calle de Tudescos que fueron finalmente desechados. Para la fachada se utilizó el ladrillo visto, que se veía por vez primera en la Gran Vía. 



El edificio final presenta un basamento corrido de doble altura y almohadillado, con la portada dividida en tres partes antes de retranquearse en sucesivas terrazas tras el gran arco semi circular, elemento principal de la fachada que da a la plaza del Callao. Sobre este primer cuerpo se encuentran otros dos escalonados, el primero de los cuales presenta un triple vano muy profundo, con los huecos separados por semi columnas pareadas y un paramento sobre el que descansan los tres arcos del segundo cuerpo. La fachada que da inicio al tercer tramo de la Gran Vía, es notablemente más sencilla, resolviéndose a base de ventanas enmarcadas, con las de los pisos inferiores de mayor altura.



La primera piedra fue colocada el 11 de julio de 1925 por D. Alfonso XIII, que también asistió a la inauguración el 7 de abril de 1930, en compañía de la Dª. Victoria Eugenia, si bien el cine, con 1.840 localidades, ya había abierto sus puertas el 2 de enero del año anterior con el estreno de la película muda El destino de la carne de Victor Fleming.
El interior del edificio, que costó 8.000.000 ptas, tenía una elegante decoración especialmente lujosa en el salón de fiestas y su galería de acceso, donde se podía ver un busto, obra de Mariano Benlliure, del presidente de la Asociación de la Prensa, José Francos Rodríguez, quien siendo alcalde de Madrid había presidido el comienzo de las obras de la Gran Vía en 1910.



Tras su inauguración, en el flamante edificio se instalaron la empresa de automóviles Buick, la cafetería Casa Brasil, la empresa de multicopistas Monthispan, la agencia de noticias International News Service, y las de publicidad Veritas y Compañía Hispanoamericana de Publicidad, productoras y distribuidoras cinematográficas como Ibérica Films, Riesgo Films, Metro Goldwyn Mayer, United Artists, Warner Brothers, la revista Sparta y artistas, como la pintora Delhy Tejero, o los arquitectos Jesús Martí Martín, Luis Lacasa, y Enrique López Izquierdo. 



En la planta decimoquinta tuvo su sede el teatro universitario La Barraca fundado por Federico García Lorca y tras la Guerra Civil tendrían en el edificio su sede publicaciones como la Hoja del Lunes, La Codorniz o Triunfo. En 1941, el patio de butacas fue trasladado del entresuelo a la planta baja, debido a las dificultades de acceso, siendo dividido en varias salas en la década de los 90.

PLAZA DEL CALLAO




En 1866 se derribó parte de la manzana que salía a la plazuela de San Jacinto como parte de la ampliación de la calle de Preciados, llamándose Plaza del Callao en honor de la victoria del almirante Casto Méndez Núñez en el puerto peruano. Al ampliarse la plaza desaparece la calle de San Jacinto. 



En 1962 a la monumental farola Art Decò con basamento escalonado de piedra y cuádruple fuste de fundición que hasta entonces centraba la plaza, y que probablemente había sido diseñada por el arquitecto José López Sallaberry, coautor del proyecto de apertura de la nueva vía y creador de sus singulares farolas, que hoy sólo conocemos por los planos del propio Sallaberry y antiguas fotografías.
           
CINE CALLAO, PLAZA DEL CALLAO, 2



El edificio del Cine Callao fue encargado por la empresa del Cine San Miguel al entonces joven arquitecto Luis Gutiérrez Soto, sobre un solar muy alargado de planta trapezoidal situado en el encuentro de la plaza del Callao con la calle de Jacometrezo, que se recortó construyendo en el extremo más alejado de la plaza, un edificio de oficinas con cinco plantas más sotabanco, que gracias a su mayor altura, permitía aprovechar la medianera para apoyar la pantalla de un cine al aire libre situado en la terraza.



 La construcción dio comienzo en marzo de 1926, finalizando en algo más de siete meses, siendo el coste total de 4.000.000 Ptas. contando el precio del solar. La inauguración de la sala, con un aforo de 1.300 espectadores, se celebró el 11 de diciembre de 1926, sólo dos semanas más tarde que el Palacio de la Música, con la proyección de la película muda en tres jornadas y quince partes, titulada “Luis Candelas, o el bandido de Madrid”, dirigida por José María Estibalis, bajo el seudónimo de Armand Guerra. El sonoro llegaría el 17 de octubre del año siguiente para cuando Fonofilm realizo una demostración que incluyo " Danza de primavera, Rapsodia húngara, la ópera Rigoletto, y dos canciones interpretadas por Conchita Piquer: un cuplé y una jota aragonesa. Finalmente, el 13 de junio de 1929, con el estreno de “El cantor de jazz”, protagonizada por Al Johnson y dirigida por Alan Croslan, el Cine Callao pasaría a la historia como el pionero del cine sonoro en España.



Se accedía a la sala mediante una escalinata que permitía salvar el importante desnivel existente en la plaza. El foyer de doble altura se situaba en la planta primera, donde se situaba un salón de te volado sobre el patio de butacas, con cinco balcones abiertos directamente a la sala. La decoración del interior, incluidos muebles, cerrajería, lámparas, ascensores, telón e iluminación fueron ejecutados por el propio Gutiérrez Soto, encargándose de las pinturas de la sala el pintor austriaco Slavi Soucek con la colaboración del bávaro Albert Ziegler.



Para la fachada, Gutiérrez Soto se inspiró en el Real Cinema de Teodoro de Anasagasti Algán, del que toma el torreón de esquina iluminado, si bien, la decoración tardo modernista de aquel, se sustituye por una de estilo Art Decò. El zócalo se resuelve con un almohadillado sobre el que se recortan los recuadros destinados a acoger la cartelería y las puertas de la sala, estando la de acceso protegida por una marquesina volada de hierro y cristal colgada de cuatro tensores. Los paramentos del cuerpo principal se subdividen mediante recuadros revestidos de un esgrafiado continuo con jarrones y surtidores inspirados en los dibujos de brocados del diseñador francés Jacques Émile Ruhlmann; El cuerpo de coronación se reparte en ventanas y cartelas separadas por cornucopias en bajorrelieve.



La fachada lateral, articulada con la principal mediante una esquina redondeada está coronada por el torreón y presenta una disposición similar, con cuatro puertas de salida inferiores, que organizan el cuerpo principal en cuatro paños que a la altura de la terraza, se corresponden con los vanos de una pérgola abierta. Tras la inauguración, Gutiérrez Soto instalaría su estudio en las oficinas del edificio trasero, mientras que otras plantas fueron ocupadas por la revista Radio Sport, la Academia Fides, la Federación Castellana de Natación o el Club Deportivo Canoe. En cuanto al café situado en el sótano años mas tarde pasó a ser la discoteca Xenon.

Lamentablemente, el Cine Callao, al igual que otros edificios de la Gran Vía ha perdido muchos elementos, como el basamento almohadillado original, la marquesina en ala de mosca sobre la entrada, la pareja de figuras femeninas que flanqueaban el paño central de la fachada, además de los bajorrelieves con jarrones y que decoraban el cuerpo de coronación y la base del torreón entre otras. Demasiadas pérdidas que han transformado para peor el aspecto original del edificio.

LOS DESAPARECIDOS

HOTEL FLORIDA, GRAN VÍA, 39 trasera


El Hotel Florida fue el tercero y último de los edificios construidos por Antonio Palacios Ramilo en la Gran Vía, autor además del edificio Matesanz y del hotel Alfonso XIII en la misma avenida. Se trataba de una edificación de carácter monumental, en la que se superponían horizontalmente un elevado basamento casi tan alto como las casas contiguas de la calle del Carmen que integraba el zócalo comercial y dos entresuelos. El edificio continuaba con un cuerpo principal de cuatro alturas y un doble ático de coronación rematado por una balaustrada tras la que se retranqueaba el sotabanco. Palacios optó por una disposición aparentemente simétrica, con un cuerpo central que abarcaba cinco vanos, flanqueado por otros dos laterales con tres vanos cada uno. 



En el cuerpo central, las grandes pilastras se adelantaban en sucesivos resaltes, hasta terminar en un vano tripartito de mayor anchura, con dos grandes arcos de medio punto: uno sobre el portal, y otro rematando el cuerpo principal y enmarcando un mirador volado. El edificio se remataba con un monumental torreón y una gran peineta con el rótulo "HOTEL / FLORIDA".



La construcción del Hotel Florida terminó a principios de 1924, siendo inaugurado oficialmente el 1 de febrero de ese año, aunque sólo se abrió al público el restaurante, teniendo que esperar hasta el mes de abril para poder alojarse en alguna de sus 200 habitaciones, todas con cuarto de baño. A las instalaciones propias de un establecimiento Hotelero, había que añadir La Granja Florida, una combinación de cafetería, confitería y mantequería, ampliada el 6 de noviembre de 1926 con la apertura de”La Cueva”, una cervecería situada en el sótano. En 1935, José Loygorri, transformo La Granja en una cafetería con dos barras enfrentadas, convirtiendo la cervecería  en una sala de fiestas.



Durante la Guerra Civil se alojaron en el Hotel Florida numerosos corresponsales extranjeros, como John Dos Passos, Ernest Hemingway, André Malraux, Antoine de Saint Exupéry, Ilya Ehrenburg o Mijail Koltsov. Tras una lenta decadencia el Florida fue demolido en 1960, tan sólo cuarenta años después de su inauguración y en su lugar se edificó el anexo de los grandes almacenes Galerías Preciados, actualmente ocupado por El Corte Ingles, un edificio en el que lo único reseñable, son las magníficas vistas que se pueden disfrutar desde el espacio gastronómico El Club del Gourmet, situado en la última planta.


Hasta aquí hemos llegado en este recorrido por el segundo tramo de la Gran Vía y sus edificios. En una próxima entrada recorreremos el tramo final de la avenida, hasta llegar a la Plaza de España, lugar en el que finalizaremos nuestro paseo por la Gran Vía madrileña.

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