El virtuosismo naturalista de Arcimboldo florece en la fundación Juan March.
La prestigiosa institución madrileña exhibe en estas fechas, dos obras del singular artista italiano, Giuseppe Arcimboldo, «Flora» y «Flora Meretrix», hasta ahora nunca vistas por el público.
Giuseppe Arcimboldo nació en Milán en 1526 en el seno de una familia de pintores. Como su padre, trabajó sobre todo para la gran fábrica del Duomo, donde entre 1549 y 1558 trabajó como diseñador de cartones para vidrieras y tapices. Pintó también frescos en la catedral de la vecina Monza. En 1562 la vida de Arcimboldo dio un giro decisivo, al trasladarse a la corte imperial invitado por el futuro Maximiliano II, donde su principal actividad sería la de retratista. Hacia 1570 trabajó como escenógrafo de los múltiples espectáculos que se celebraban en la corte imperial. Arcimboldo permaneció en la corte imperial, primero en Viena y después en Praga, hasta 1587, cuando abandonó la corte cargado de honores y regresó a Milán, donde murió en 1593, a los 66 años de edad.
La fantasía y el ingenio de la obra de Arcimboldo fascinó a sus contemporáneos por su personalísimo estilo, pero tras su muerte su obra cayó en un olvido del que no saldría hasta los años treinta del siglo pasado cuando Allfred H. Barr Jr. el fundador y primer director del MoMa de Nueva York, reivindicó la pintura de Arcimboldo como la auténtica precursora del surrealismo y el dadaísmo. A partir de entonces, historiadores y especialistas recuperaron el personalísimo estilo de Arcimboldo para consagrarlo como uno de los grandes artistas del siglo XVI. Sin embargo, Arcimboldo es uno de los casos más claros y sorprendentes de los vaivenes de la fama en el mundo del arte. Artista polifacético, ha pasado a la historia por unas creaciones muy específicas, tan singulares como indisociables de su nombre: las llamadas “teste composte” (cabezas compuestas), cuya realización era un asunto complejo sujeto a ciertas normas. Arcimboldo nunca unió estos elementos de forma aleatoria. Con sus cabezas compuestas Arcimboldo no solo encontró su propio e inusual camino en el competitivo mundo artístico de la segunda mitad del siglo XVI, sino que ideó un tipo de pintura «tan fácilmente reconocible como indisociable de su nombre
Los óleos “Flora” y “Flora Meretrix”, pintados por Giuseppe Arcimboldo en 1589 y alrededor de 1590, respectivamente, y procedentes de colecciones privadas, se muestran por primera vez al público en una exposición organizada por la Fundación Juan March. Se trata de sus características “teste composte” (cabezas compuestas) realizadas con un virtuosismo miniaturista excepcional a base de flores, pequeños animales y otros elementos del mundo natural, únicamente reconocibles al contemplar de cerca las obras. El origen de las “teste composte” ha obsesionado a cuantos han estudiado la obra de Arcimboldo. Y la gran mayoría de los estudiosos de la pintura de Arcimboldo coinciden al reconocer la gran influencia de Leonardo da Vinci en su obra, a través de sus “teste grotesche e di carattere” (cabezas grotescas y de caracteres) y por el gran interés que también Leonardo mostro por a la naturaleza.
“Flora” fue celebrada desde el primer momento como una de las obras maestras de Arcimboldo y fue, probablemente, la que más contribuyó a propagar su inmenso talento. Se trata de un magnífico ejemplo de la maestría de Arcimboldo en la representación de la naturaleza. La gran variedad de flores reproducidas por Arcimboldo, dio como resultado una paleta cromática extraordinariamente variada que está en el origen mismo del mito de Flora. Fue pintada presentada a Rodolfo II, gran aficionado a la botánica, el día de Año Nuevo de 1590, fecha en que era tradición hacer regalos al soberano.
En cuanto a su compañera “Flora Meretrix”, pese a su más que evidente similitud, existen notables diferencias entre ellas. La más obvia de ellas, es que en esta segunda pintura, la figura femenina muestra un seno descubierto. Además, Arcimboldo ha aligerado considerablemente los párpados dando como resultado unos ojos grandes que miran directamente al espectador. Arcimboldo ha logrado en esta segunda pintura, dotar de una exquisita sensualidad a los pétalos blancos que conforman la piel desnuda de la modelo, todo ello gracias a un colorido con menor contraste y unas formas más difuminadas.
Con estas dos obras Arcimboldo nos presenta por un lado la “Flora” mitológica, esposa de Céfiro, personificación de la primavera y símbolo de la armonía matrimonial y de la fecundidad natural y del otro, la “Flora Meretrix”, legendaria prostituta romana que, tras su fallecimiento, lego toda su fortuna para la celebración de los festivales llamados “Floralie”, durante los que tenían lugar todo tipo de juegos sexualmente provocativos.
El complemento perfecto a estas obras lo ponen los marcos de ambas obras, realizados por el italiano Federico Zeri usando la técnica de las “pietre dure” (piedras duras), un arte muy empleado en la época de Arcimboldo y cuyo rico colorido resalta y prolonga el de las propias pinturas. Cabe destacar que, para no forzar a los visitantes a acercarse en exceso a las pinturas, una gran pantalla va mostrando ampliados todos y cada uno de los detalles de estas dos auténticas joyas de la pintura de Arcimboldo, sin duda uno de los grandes y mas originales artistas del siglo XVI.
Con sus “teste composte” Arcimboldo no sólo encontró su propio e inusual camino en el competitivo mundo artístico de la segunda mitad del siglo XVI, sino que creó un estilo de pintura fácilmente reconocible e indisociable de su nombre. Una pintura que por su evidente ingenio atrae al público contemporáneo como no siempre es capaz de lograrlo la obra de algunos otros grandes genios de la pintura.
Fundación Juan March. C/ Castelló, 77 Madrid.
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