El Madrid más misterioso tiene sabor a Mahou.
Durante el verano de 2014, Mahou nos propuso una cita con el Madrid más misterioso y desconocido. Los únicos requisitos eran querer conocer un poco más acerca de la historia, a veces sorprendente, de nuestro querido Madrid y tener ganas de disfrutar de una Mahou bien fresquita.
El Jardín del Ángel, aunque parezca el titulo de una novela de Carlos Ruiz Zafón ambientada en Barcelona, está en Madrid, justo donde comienza la calle de las Huertas, junto a la plaza del Angel. Pero este autentico oasis de verdor, antes que floristería y jardín, fue el camposanto – si, habéis leído bien – de la vecina iglesia de San Sebastián. Por allí pasaban a diario Lope de Vega, Tirso de Molina, Cervantes, Quevedo, Calderón de la Barca, Gongora… o Luis Candelas, el famoso bandolero vecino del cercano barrio de Lavapiés. Nos encontramos, por tanto, ante un lugar lleno de historia y misterio en el que Mahou nos ofrece la posibilidad, hasta que acabe este verano del 2014, de disfrutar de una Mahou en uno de los espacios más misteriosos de todo Madrid.
Y ahora, antes de continuar, me voy a la nevera a por una Mahou 5 Estrellas y enseguida os cuento la historia de Mahou, de la Iglesia de San Sebastián, su camposanto y lo que en él sucedió, el Jardín del Ángel y algunas curiosidades y anécdotas que a buen seguro, no dejaran de sorprenderos.
Mahou, la mas madrileña y castiza de las cervezas.
Mahou es una empresa cervecera fundada en Madrid en el año 1890 como Hijos de Casimiro Mahou, fábrica de hielo y cerveza. Su nombre procede del apellido de la familia que estuvo al frente de la compañía durante casi más de un siglo. Tras la compra de San Miguel a finales de 2000, se transformó en el grupo empresarial Mahou-San Miguel, la mayor compañía cervecera española a comienzos del siglo XXI.
El iniciador de las actividades empresariales en Madrid fue Casimiro Mahou Bierhans, procedente de Lorena(Francia), que contrae matrimonio con la madrileña Brígida Solana Fernández. Con Brígida tiene tres hijos y una hija. Mahou funda la empresa familiar El Arco Iris (denominada Gran Fábrica de Colores al Temple y al Olio) que dirige hasta su fallecimiento en 1875. Serán sus hijos los que funden una de las empresas pioneras en España dedicada a la producción de cerveza.
La primera sociedad mercantil constituida el 30 de octubre de 1889 como Sociedad Regular Colectiva (SRC) la formaron los hermanos Alfredo, Enrique, Luis y Carolina, hijos de Casimiro Mahou y se llamó Fábrica al Vapor de Colores, Barnices y Hielo. En mayo de 1890 Mahou ya servía hielo en barras procedente de su fábrica de hielo a diversos clientes ubicados en Madrid y alrededores, pero rápidamente el gran éxito obtenido por su cerveza hizo que el resto de los productos quedase en un segundo plano. Desde el principio se utilizó un método de fabricación realmente innovador ya que empleaba compresores frigoríficos a lo largo del proceso de obtención, siendo una de las primeras compañías en emplear esta tecnología.
La primera fábrica estuvo situada en la calle Amaniel nº 29 de Madrid, iniciando sus actividades el 1 de febrero de 1891. La empresa contrató un maestro cervecero alemán, Konrad Stauffer Ruckert y toda la maquinaria necesaria para la elaboración de la cerveza procedía de Alemania decidiéndose desde el primer momento elaborar cerveza tipo Pilsen. El agua empleada en la fábrica de Amaniel procedía del recientemente inaugurado Canal de Isabel II. El lúpulo se importaba desde Núremberg (Alemania) y la malta procedía de Aranjuez. Y así se llegó al mes de marzo de 1891 , fecha en la que se inició la comercialización de la cerveza mas madrileña y mas castiza. Mahou ofrecía dos tarifas diferenciadas, dependiendo de si las botellas estaban pasteurizadas o no. El cliente era quien tenía la última palabra, pero debía asumir un aumento del precio del 20% a cambio de una mayor margen de conservación del producto en condiciones optimas para su consumo.
La demanda de cerveza crecío notablemente durante el primer tercio de siglo, en parte debido al aumento del poder adquisitivo de los españoles y a la posición neutral de España durante la Primera Guerra mundial. Es en esta época cuando Mahou adquiere camiones que mejoran la distribución, se construye una nueva maltería con el objetivo de controlar mejor la calidad de la bebida y en 1922 se abandona el clásico tapón de corcho pasando a utilizar el innovador sistema de tapones corona de dos colores: azul para la tipo Múnich, y rojo para la Pilsen.
Al comienzo de la Guerra Civil, Mahou ocupaba el cuarto lugar entre las cerveceras españolas y el segundo entre las de la capital. El estallido del conflicto encuentra a la familia de vacaciones en un balneario de San Sebastián, siendo la fábrica de Amaniel requisada por el gobierno de la II República, que decidió mantener la producción, eso si, reducida al mínimo, dada la proximidad de la del frente de la Ciudad Universitaria. Durante la posguerra, la empresa tuvo algunos problemas para lograr reiniciar y mantener la producción: la escasez de las materias básicas imprescindibles para la fabricación de la cerveza, como la malta y el lúpulo, hicieron peligrar la producción, que incluso llegó a paralizarse, viviéndose en España un periodo de bajo consumo de cerveza, superada por el vino, mucho más asequible para los vacíos bolsillos de la posguerra. A comienzos de los años cincuenta, se descubrió que, los campos de la provincia de León eran idóneos para el cultivo de lúpulo, lo que redujo de forma considerable la dependencia con el exterior, algo fundamental en un estado intervencionista, que gravaba de forma brutal cualquier tipo de importación.
El gran aumento del consumo de cerveza a finales de la década de los 50 y su definitiva incorporación en las costumbres sociales españolas hizo que la demanda aumentara hasta unos niveles nunca alcanzados anteriormente, lo que unido a la llegada del turismo en los 60 hizo que la demanda de cerveza se cuadriplica en España. Estos años de bonanza trajeron consigo la construcción de la nueva fábrica en el Paseo Imperial de Madrid, cuya primera cocción se realizó el 15 de mayo de 1962, durante la celebración de las fiestas de San Isidro Labrador. La nueva fábrica era capaz de producir medio millón de hectolitros anuales, llegando en la década de los 70 a alcanzar el millón. Entre los clientes de la empresa estaba el Real Madrid, que ofrecía La cerveza Mahou de forma exclusiva en el Santiago Bernabéu.
Mahou fue la primera empresa española en introducir barriles de aluminio en la década de los 60, sustituyendo a los tradicionales de madera. Nuevas botellas de 20cl y 33cl., los grifos Cornelius traídos desde los Estados Unidos, en 1966 la botella de 1 litro (la popular litrona) y por fin en 1969, Mahou puso en el mercado la que desde ese momento sería su estrella: la Mahou Cinco Estrellas (rubia y negra) en botellas no retornables de 33cl. Diseñada por el maestro cervecero alemán Otto Greil, sería una de las primeras cervezas en ofrecerse también en lata. Y en 1993, la empresa envasó la primera cerveza en su nueva fábrica de Alovera,(Guadalajara ) tras la decisión de cerrar la fábrica del Paseo Imperial de Madrid. Un traslado que se hizo de forma escalonado a lo largo de todo un lustro.
En la actualidad Mahou es propietaria de San Miguel. En 2004 el grupo creado tras dicha fusión compró Cervezas Anaga, en 2007 cervezas Alhambra y, por último, en 2010 el grupo adquirió Solán de Cabras, ofreciendo una amplia gama de productos como Mahou Cinco Estrellas, Mahou Clásica, Mahou Negra, Mixta Shandy, Mahou Light, San Miguel Especial, San Miguel 1516, San Miguel Eco, Selecta XV, Reina, Sureña, Alhambra Especial, Alhambra Lager Especial, Alhambra Reserva 1925, Alhambra Negra y Mezquita. Además, también posee una amplia gama de productos sin alcohol como Mahou Sin, San Miguel 0’0, San Miguel 0’0 Manzana, San Miguel 0’0 Limon, Mixta Shandy, Alhambra Sin y Shandy de Alhambra.
Pero sobre todo, lo que tiene el grupo Mahou-San Miguel es un brillante futuro, fruto de esa pasión y esa maestría que ha sabido demostrar a la hora de fabricar cerveza a lo largo de su centenaria historia.
La iglesia de San Sebastían
“Dos caras, como algunas personas, tiene la parroquia de San Sebastián… mejor será decir la iglesia… dos caras que seguramente son más graciosas que bonitas: con la una mira a los barrios bajos, enfilándolos por la calle de Cañizares, con la otra al señorío mercantil de la Plaza del Ángel… En la cara del Sur campea, sobre una puerta chabacana, la imagen barroca del santo mártir, retorcida, en actitud más bien danzante que religiosa; en la del Norte, desnuda de ornatos, pobre y vulgar, se alza la torre, de la cual podría creerse que se pone en jarras, soltándole cuatro frescas a la Plaza del Ángel”.
(Benito Pérez Galdós, Misericordia – 1897)
Desde el siglo XVI y hasta la guerra Civil, la Iglesia de San Sebastián fue la preferida por los artistas e intelectuales madrileños para la celebración de bautizos, matrimonios y funerales tal y como consta en los documentos del importantísimo archivo que en ella se conserva. En la puerta principal de acceso al templo, situada en la actualidad en la calle de Atocha, podemos ver varias placas en las que figuran los nombres de algunos de estos personajes ilustres.
Entre los bautizados podríamos destacar a: Santa Maria de Jesús, Tirso de Molina, Luis Candelas, Ramon de La Cruz, Raimundo Fernandez Villaverde, Leandro Fernández de Moratín, Francisco Asenjo Barbieri, Luis Madrazo, José de Echegaray, Jacinto Benavente, Agustín Lhardy o Rafael Gomez Ortega “El Gallo”. Entre sus muros contrajeron matrimonio personajes como Gustavo Adolfo Bécquer y Casta Esteban, Claudio Coello y Bernarda de las Torres, José Zorrilla y Florentina O’Reilly, Modesto la Fuente y Concepción Mallado, Mariano Fortuny y Cecilia Madrazo, Ramón Menéndez Pidal y María Goiri, Rafael Gómez Ortega y Pastora Imperio o Antonio Buero Vallejo y Victoria Rodríguez y finalizando con los fallecidos, se celebraron los funerales por el eterno descanso de las almas de, entre otros, Miguel de Cervantes y Saavedra, Lope de Vega, Juan Vicente Ribera, Ventura Rodríguez, Ramon de la Cruz, Juan Villanueva, José de Espronceda, Ventura de la Vega o Jacinto Benavente.
Durante el siglo XVI la calle de Atocha no era más que un amplio espacio, apenas urbanizado, con huertas y grandes extensiones arboladas pertenecientes a los conventos y hospitales que se construyeron en los alrededores que permitía el acceso al Santuario de Ntra. Señora de Atocha, objeto de gran devoción entre los madrileños. No sería hasta 1541, cuando se construiría la primera iglesia de San Sebastián en el mismo lugar donde se encuentra la actual, que sería demolida en 1550 para ser sustituida por otra nueva, obra de Antonio Sillero, construida entre los años 1554 y 1578. En 1612, Lucas Hernández construiría la gran torre campanario, por desgracia desaparecida, y ya en el siglo XVIII, Juan de Churriguera diseñó la puerta principal, el retablo mayor y dio su forma definitiva a las tres naves del templo.
Durante la Guerra Civil, el 20 de noviembre de 1936, en uno de los numerosos bombardeos a los que la aviación franquista sometió a la capital, una bomba destruyo casi por completo la iglesia, de la que tan solo quedo en pie la cabecera, la capilla de Belén, la torre del campanario y la fachada de la calle de Atocha.
Anteriormente, durante el verano del 36 unos grupos radicales y anticlericales la saquearon, para posteriormente quemar su interior, motivo por el cual, muchas de las obras de arte que en ella se guardaban fueron trasladadas a otros templos cercanos.
En la actualidad y desde el exterior, se aprecia perfectamente la diferencia entre la edificación original y la correspondiente a la reforma de los años 50, una compacta mole con diversos volúmenes contrapuestos.
La joya de la iglesia de San Sebastián es la Capilla de Belén o de los Arquitectos. La Capilla de Belén original de 1693 fue remodelada por Ventura Rodriguez entre 1766-68. Su planta de cruz latina está cubierta con una cúpula con linterna sobre pechinas y tambor con grandes ventanas. En esta capilla están las tumbas de Ventura Rodríguez y Juan de Villanueva.
En la Capilla del Sagrado Corazón podemos ver una talla moderna y un original sagrario obra del arquitecto Francisco Íñiguez Almech y colgando de sus paredes lienzos del siglo XVII, como La Immaculada de Mateo Cerezo, un San Jerónimo penitente de Pereda, o una Adoración de la Eucaristía. Justo en frente de la Capilla de los Arquitectos se encuentra la Capilla de Ntra. Sra. de la Misericordia, con una talla moderna (la original resulto destruida en la Guerra Civil). Acompañando a la imagen se pueden contemplar dos magníficos lienzos de Lucas Jordán: La Presentación en el templo y La circuncisión de Jesús.
En la zona construida en los años 40 y 50, siguiendo el proyecto de Francisco Íñiguez Almech con planta ochavada, se encuentra el altar mayor obra de los Talleres Granda, con una vitrina con el Espíritu Santo, el Calvario, con la Virgen y San Juan sedentes, adaptándose a la forma del arco y en la hornacina la escultura de San Sebastián, copia de la que Berruguete había realizado para el convento de San Benito en Valladolid. Y de nuevo nos encontramos con obras de Lucas Jordán, o al menos de alguno de sus discípulos, esta vez relacionadas con el martirio de San Sebastián: La Preparación del martirio de San Sebastián y El Martirio de San Sebastián.
En cuanto a la cúpula de la iglesia nos recuerda a las de nervios estrellados árabes, pero aquí, en su centro se halla la linterna asentada sobre lunetos, que proporciona una gran cantidad de luz al interior. En las pechinas podemos ver esculturas de los cuatro evangelistas con sus tetramorfos, obra de Antonio de la Cruz Collado.
En la actualidad se accede a la iglesia por la calle de Atocha, pero si nos fijamos bien, veremos como en la calle de San Sebastián que une Atocha con la plaza del Angel, se encuentra la entrada principal que daba a esta pequeña calle. Está formada por dos columnas jónicas que enmarcan una hornacina donde se puede ver una escultura en piedra del santo, obra de Antonio Martínez Méndez. La original, obra de Luis Salvador Carmona quedó destruida durante la Guerra Civil conservándose únicamente la cabeza del santo en casa de un feligrés, que la rescato de entre los escombros, y a escasos metros se encontraba el acceso al cementerio de la iglesia, un camposanto del que a continuación os contaré algo que tal vez os ponga los pelos de punta.
“Santo de tanto valor
¿qué haces en tal frontispicio?
Yo considero en rigor
que a no ser en el Hospicio
no puedes estar peor”
¿qué haces en tal frontispicio?
Yo considero en rigor
que a no ser en el Hospicio
no puedes estar peor”
Francisco Gregorio Salas – Quintillas
La Iglesia de San Sebastián fue declarada Bien de Interés Cultural el 10 de octubre de 1969, con la categoría de Monumento. Para ello se tuvieron en cuenta los elementos arquitectónicos que habían sobrevivido a la Guerra Civil y sobre todo su rico archivo parroquial.
Las “noches lúgubres” del cementerio de la iglesia de San Sebastián
En Madrid son bastante numerosos los edificios que en el pasado albergaron sus propios camposantos. Iglesias, conventos, hospitales era lo más habitual. Uno de estos cementerios se hallaba en la parte posterior de la iglesia de San Sebastián.
La mayoría de las iglesias tenían su pequeño cementerio, en el que periódicamente se realizaban las llamadas mondas, con el fin de extraer los restos de los difuntos más antiguos para enterrar a los nuevos. Esta práctica insalubre se intento erradicar por primera vez el 3 de Abril de 1787, cuando durante el reinado de Carlos III se emitió la Real Cédula que prohibía los enterramientos intramuros, ordenando la construcción de cementerios fuera de las ciudades. Una disposición consecuencia de los efectos de las epidemias sufridas en varios lugares de España, que pretendía “evitar que los vivos respirasen un aire impuro y mezclado con los efluvios de los muertos”. Un primer intento de construcción de recintos dedicados exclusivamente a enterrar los cadáveres de los fallecidos, que no fue realmente efectivo hasta bien entrado el siglo XIX.
Uno de aquellos cementerios madrileños situados intramuros pertenecía a la Iglesia de San Sebastián, justo donde hoy se encuentra el Jardín del Angel, un vivero de plantas rodeado por una valla de hierro. Con un gran olivo centenario y decenas de tiestos, y jardineras con plantas. Y sería en este mismo cementerio donde, según cuenta la leyenda, tuvo lugar uno de los sucesos mas lúgubres y siniestros sucedidos en Madrid, protagonizado por el militar y escritor José Cadalso y Vázquez de Andrade, un hecho que intentaré contaros a continuación.
Cadalso fue un hombre con una vida intensa y agitada en la España del siglo XVIII, que incluso le llevo a sufrir condena de destierro. En Madrid, conoció a una de las actrices más bellas y populares de la época, María Ignacia Ibáñez más conocida como “La Divina”. Un amor alocado, pasional e impetuoso que desgraciadamente duraría poco, al verse fatalmente truncado por una epidemia de tifus. María Ignacia, que contaba con tan solo 25 años, fallecería el 22 de abril de 1771. La joven actriz fue enterrada en el cementerio de San Sebastián también conocido como el cementerio de los artistas, y allí acudía José Cadalso todos los días para llorarla ante su tumba. Tal era su pena que una noche, con el juicio ya perdido por la pena y la desesperación, Cadalso acudió como de costumbre al cementerio y con sus propias manos y ayudado por un amigo, un pico y un azadón intentó desenterrar a su amada pero, fue sorprendido por soldados pertenecientes a la Hermandad de Donantes de Sangre, que impidieron tan macabro propósito. Un amigo de José Cadalso, temeroso por el evidente deterioro de su salud mental, consiguió que Cadalso fuese enviado por el conde de Floridablanca a Salamanca por un breve espacio de tiempo evitando de este modo la carcel. Una vez de regreso en Madrid aprovecharía para escribir sus Noches Lúgubres, una obra inspirada en lo relatado anteriormente.
Lorenzo – ¡Qué olor! ¡Qué peste sale de la tumba! No puedo más.
Tediato – No me dejes; no me dejes, amigo. Yo solo no soy capaz de mantener esta piedra.
Lorenzo – La abertura que forma ya da lugar para que salgan esos gusanos que se ven con la luz de mi farol.
Tediato – ¡Ay, qué veo! Todo mi pie derecho está cubierto de ellos. ¡Cuánta miseria me anuncian! En éstos, ¡ay!, ¡en éstos se ha convertido tu carne! ¡De tus hermosos ojos se han engendrado estos vivientes asquerosos! ¡Tu pelo, que en lo fuerte de mi pasión llamé mil veces no sólo más rubio, sino más precioso que el oro, ha producido esta podre! ¡Tus blancas manos, tus labios amorosos se han vuelto materia y corrupción! ¡En qué estado estarán las tristes reliquias de tu cadáver! ¡A qué sentido no ofenderá la misma que fue el hechizo de todos ellos!
(José Cadalso, Noches lúgubres – 1775)
Y allí mismo, en la confluencia de la calle Huertas con la plaza del Ángel, fue donde la familia Martín decidió instalar, una vez trasladados los restos, o al menos eso se aseguró, y clausurado el camposanto, una de las primeras floristerías de la capital en 1889: El Jardín del Angel.
El Jardín del Angel
Calle de Las Huertas, 2 – 28012 Madrid
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