2 de mayo de 1808: el grito de libertad de toda una nación.
Hoy os quiero proponer un recorrido por las huellas que el 2 de mayo de 1808 dejó para siempre en nuestro querido Madrid. En este día, los madrileños celebramos el Día de la Comunidad de Madrid, y es que ésta es una fecha muy especial para nuestra ciudad y los que en ella vivimos. Este día nos recuerda que a principios del siglo XIX, el pueblo de Madrid fue capaz de alzarse en armas y plantar cara ante la amenaza francesa de Napoleón Bonaparte y el mariscal Murat, quien se encontraba al mando de las tropas invasoras. La ciudadanía se movilizó y se armó como pudo, consciente de enfrentarse a una muerte casi segura. Por todo esto, en vísperas de fecha tan importante, quiero rendir un pequeño homenaje a todos aquellos que lucharon y dieron sus vidas por nuestra gran nación, por nuestra independencia, por nuestra libertad.
Así dio comienzo nuestra Guerra de la Independencia. Pero para comprender mejor estos acontecimientos del 2 de mayo y los fusilamientos del día siguiente, será mejor remontarnos unos meses, hasta el 27 de Octubre de 1807 con la firma del Tratado de Fontainebleau, por el cual España permitía el paso por tierra a las tropas napoleónicas con el propósito de conquistar Portugal, fiel aliado de Inglaterra. Pronto quedo claro cuáles eran las verdaderas intenciones de las tropas francesas: la anexión de la corona española al Imperio Napoleónico.
Tras el motín de Aranjuez, que tuvo lugar entre los días 17 y 19 de marzo, y la salida apresurada de Madrid de casi todos los miembros de la familia real, la presencia francesa se hizo aún más palpable en España. Carlos IV fue obligado a abdicar en favor de su hijo el príncipe Fernando, el pueblo no admitía de buen grado presencia francesa y la tensión, principalmente en Madrid, iba en aumento. Para colmar la amarga copa que Napoleón pretendía hacer beber al pueblo español, obligó tanto a Carlos IV como al ya rey Fernando VII, a firmar las Abdicaciones de Bayona, por las que ambos renunciaban al trono de España en favor de José Bonaparte, hermano de Napoleón, que a partir de ese momento reinaría en España como José I.
Con Carlos IV y Fernando VII retenidos en Bayona, en Madrid tan solo quedaban algunos miembros de la familia real y el 2 de Mayo de 1808, un gran numero de ciudadanos se agolpó frente a las puertas del Palacio Real, ante los cada vez mas intensos rumores de la inminente partida de los últimos miembros de la corte con destino a Francia. Efectivamente, los franceses trataban de llevarse a la hermana de Fernando VII, María Luisa, ex-reina de Etruria y al infante Francisco de Paula, el hijo menor de Carlos IV en dos carruajes. Todo parecía indicar que el resto de la Familia Real estaba siendo retenida por el emperador de los franceses.
Y fue entonces cuando José Blas de Molina, simpatizante de la causa Fernandista y maestro cerrajero de profesión, gritó:
¡Que nos los llevan! ¡Traición! ¡Nos han quitado a nuestro rey y quieren llevarse a todos los miembros de la familia real! ¡Muerte a los franceses!
Ante sus gritos, aumentó rapidamente el numero de madrileños que se encontraban ante el Palacio Real, donde el teniente coronel de Infantería Rodrigo López de Ayala y Varona, Mayordomo de Semana y gentilhombre, se unió al clamor de Molina pidiendo a voces al pueblo que se armase, para impedir que los franceses se llevaran al infante.
Y estas fueron las voces que encendieron la mecha del levantamiento popular. La muchedumbre comenzó a intentar asaltar el Palacio Real. El levantamiento del 2 de Mayo había comenzado. En esa primera revuelta se produce un violento enfrentamiento entre la gente del pueblo y los franceses que se salda con la muerte de numerosos madrileños. Una masacre que convertirá Madrid en un polvorín. En diferentes puntos de la capital de España estalla un sentimiento nacional que inunda las calles, produciéndose numerosos y desiguales enfrentamientos entre ambos bandos, actos heroicos que se saldan con la muerte de muchos, tanto de un lado como de otro. Aquel primer levantamiento del 2 de Mayo fue rápidamente sofocado por el mariscal Murat. Lo que no pudieron controlar los franceses fue aquel germen que desató la Guerra de la Independencia. Un sangriento y cruel enfrentamiento entre dos países vecinos, que se alargó durante cinco largos y devastadores años. Una guerra que terminó felizmente con los franceses retrocediendo sobre sus pasos.
“La irá estalló en la boca del pueblo de un modo tan formidable, que causaba tanto espanto como la artillería enemiga […] El resultado era asombroso. Yo no sé de dónde salía tanta gente armada. Cualquiera habría creído en la existencia de una conjuración silenciosamente preparada; pero el arsenal de aquella guerra imprevista y sin plan, movida por la inspiración de cada uno, estaba en las cocinas, en los bodegones, en los almacenes al por menor, en las salas y tiendas de armas, en las posadas y en las herrerías. La calle Mayor y las contiguas ofrecían el aspecto de un hervidero de rabia, imposible de describir por medio del lenguaje. El que no lo vio, que renuncie a tener idea de semejante levantamiento” – (Benito Pérez Galdós – Episodios Nacionales. El 19 de marzo y el 2 de mayo)
Y ahora, iniciemos nuestro recorrido por los diferentes puntos de la geografía madrileña ligados a tan señalada fecha.
Plaza del 2 de Mayo: es sin duda el lugar relacionado con los acontecimientos más conocido de todos, y el corazón del bullicioso barrio de Malasaña. Esta plaza, que hoy día se llena de jóvenes todos los fines de semana, fue uno de los puntos clave del 2 de mayo. Aquí se hallaba el Cuartel de Monteleón, ubicado en el que fue Palacio de los duques de Monteleón y Terranova, descendientes de Hernán Cortés. Al mando del cuartel, se encontraban los capitanes Daoíz y Velarde que, se levantaron en armas contra los invasores, ayudados por los madrileños. El levantamiento finalizo con 409 muertos entre los españoles, según consta en los archivos militares y municipales. En el centro de la plaza podemos ver el arco original que fuera la entrada al Cuartel de Monteleón junto a al grupo escultórico de los capitanes que lideraron el alzamiento, Daoíz y Velarde, encargo de Fernando VII al escultor Antonio Solá. El encargo se hizo en 1817 pero, como no había fondos, Solá no terminaría la obra en Roma hasta varios años más tarde y llegando a Madrid en 1830. Este grupo escultórico estuvo situado en diferentes puntos de la capital, como el Retiro o la puerta de Velázquez del Museo del Prado, antes de ocupar el lugar actual bajo el arco. Representa a los dos militares y amigos delante de un cañón y agarrándose las manos, como signo de lealtad hasta la muerte.
En el cuartel de Monteleón también resultaría herida otra heroína del 2 de mayo, desconocida para muchos: Benita Pastrana. Tenía tan solo 17 años y había nacido en La Alcarria. Tras resultar herida mientras defendía el cañón del teniente Ruíz de las tropas francesas, fue trasladada por les hermanos de la Congregación de la Misericordia a la enfermería de la Venerable Orden Tercera de San Francisco donde fallecería días después, según consta en la partida parroquial de la iglesia de San Martín. En la misma plaza del 2 de Mayo, vivieron Manuela Malasaña y Clara del Rey y en la calle Velarde, Benita Pastrana, nuestras tres heroínas del 2 de mayo. Junto a esta popular plaza, se encuentra la iglesia de los Santos Justo y Pastor, mas conocida como iglesia de las Maravillas, algunos de cuyos religiosos fueron también víctimas de la barbarie de aquellos días, y en uno de sus laterales se encuentra una placa conmemorativa en la que podemos leer:
“A los héroes populares que el 2 de mayo de 1808 auxiliando a los soldados de los inmortales Daoíz y Velarde, pelearon aquí por la independencia de la patria contra las fuerzas de Napoleón. El Circulo de bellas Artes 1908”
Placa en la Real Casa de Correos: Rodeados del bullicio y el ajetreo que se vive a todas horas en la Puerta de Sol, mucha gente pasa por aquí mirando al suelo en busca del famoso “Kilometro 0”, pero pocos transeúntes tienen conocimiento de que fue en este punto exacto de Madrid donde tuvieron lugar los primeros enfrentamientos entre madrileños y las tropas francesas de Napoleón. La placa, que nos recuerda lo que aquí aconteció, está situada a la derecha de la fachada de la actual sede del gobierno regional de Madrid (a la izquierda se encuentra la placa en homenaje a las victimas dl 11-M) y en ella podemos leer:
“A los héroes populares que el 2 de mayo de 1808 riñeron en este mismo lugar el primer combate con las tropas de Napoleón. El Circulo de Bellas Artes 1908”
Calle de Manuela Malasaña: El nombre por el que se conoce popularmente al barrio de Maravillas viene de una de sus vecinas más famosas: Manuela Malasaña. Una joven costurera que tenía tan solo 15 años cuando falleció a manos de las tropas francesas. Dos son las versiones más aceptadas sobre su trágico final: En la primera de ellas, defendida en su día por Fernández de los Ríos, entre otros, la joven ayudó el dos de mayo a defender el Cuartel de Monteleón desde el balcón de su casa, un cuarto piso del número 18 de la calle San Andrés, en la esquina con Velarde. Su madre y ella daban municiones a su padre, que disparaba contra el ejército enemigo, cuando una bala la alcanzó y murió en combate, mientras su padre, con el cadáver de Manuela a sus pies, siguió con la heroica defensa de Monteleón. En la segunda, Manuela Malasaña, bordadora de profesión, se encontraba en el momento de la sublevación popular en el taller en el que trabajaba. La dueña del mismo, no dejó salir a las jóvenes costureras hasta que acabaron los disparos. De regreso a casa, unos soldados franceses la habrían abordado intentando aprovecharse de ella y que la joven Manuela trató de defenderse con las tijeras propias de su oficio que llevaba, por lo que fue detenida y posteriormente ejecutada. En cualquier caso, lo que sí parece claro es que Manuela Malasaña murió aquel día, siendo el cuerpo número 74 de entre las muertes que se registraron en aquella luctuosa jornada. Sería enterrada en el cementerio del Hospital de la Buena Dicha.
Iglesia de la Buena Dicha: Clara del Rey, otra heroína del 2 de mayo, aunque menos conocida, sería también enterrada en el pequeño cementerio anejo al Hospital de la Buena Dicha. A la izquierda del zaguán de entrada a la iglesia actual, podemos ver una lápida de mármol en la que se puede leer:
“En este lugar la Hermandad de la Buena Dicha fundó en el año 1594 su hospital y cementerio donde en el año 1808 fueron atendidos los Héroes del Dos de Mayo y los restos de algunos de los cuales como la heroína de dicha gesta Clara del Rey fueron enterrados en este lugar. Ayuntamiento de Madrid. Junta Municipal del Centro. Año MCMXV”
El origen de esta institución, dirigida por la Hermandad de la Misericordia de Nuestra Señora de la Concepción, se encuentra en el Hospital de Nuestra Señora de la Concepción y de la Buena Dicha, obra caritativa promovida en 1564 por quien fuera confesor de Felipe II y primer Abad del convento de San Martín, fray Sebastián de Villoslada. El edificio original, una pequeña y sencilla iglesia, se mantuvo hasta finales del siglo XIX, cuando debido a su estado de ruina inminente hubo de ser derribado. En 1914, los marqueses de Hinojares, don Antonio Pérez de Bustamante y doña Josefa Salamanca y Wall, sin hijos que heredasen su fortuna, decidieron financiar la construcción de una nueva iglesia que sustituyese a la derruida. Encargaron el proyecto al arquitecto municipal Francisco García Nava, autor también de la entrada monumental a la Necrópolis del Este, el cementerio de la Almudena, entre 1905 y 1927. La iglesia de la Buena Dicha sorprende por su peculiar estilo arquitectónico, una mezcla de elementos neo medievales: bizantinos, góticos, árabes y mudéjares, tratados, y ahí reside su gran originalidad, con una evidente inspiración modernista, algo que convierte esta iglesia, según los expertos en “una pequeña obra maestra”.
El obelisco de la plaza de la Lealtad: En la plaza de la Lealtad de Madrid se encuentra un obelisco levantando en recuerdo a las víctimas del levantamiento del 2 de mayo de 1808 contra las tropas francesas. En la actualidad homenajea a todos los caídos por España. El obelisco está situado en el mismo lugar donde fueron enterradas las víctimas del 2-3 de mayo de 1808 asesinadas en el Paseo del Prado, el Retiro y alrededores. Muchas de ellas incluso fueron asesinadas en esta misma plaza. En este lugar, a los pies del obelisco, se encuentra una urna en la que se conservan las cenizas de aquellos sublevados que fueron fusilados el 3 de mayo. El 1 de noviembre de 1808, aprovechando que Madrid estaba libre de tropas imperiales, tras la primera salida de la capital de José I, se celebra un sufragio en memoria de las víctimas allí enterradas. Una vez terminada la contienda se exhumaron los cuerpos de las víctimas, construyéndose en el lugar una capilla, para posteriormente en 1840, levantar el actual monolito.
Museo Nacional del Prado: a tan solo unos metros de la plaza de la Lealtad podemos disfrutar de los dos magníficos cuadros de gran formato, pintados por Francisco de Goya y Lucientes sobre los acontecimientos ocurridos en Madrid los días 2 y 3 de mayo de 1808: El 2 de mayo de 1808 en Madrid, o “La lucha con los mamelucos” y El 3 de mayo en Madrid, o “Los fusilamientos”. Goya planteó dos temas cruciales ocurridos en esos dos sangrientos y trágicos días, que se complementan visualmente y tienen un gran significado al verlos juntos: el violento ataque del pueblo de Madrid a las tropas de Murat en la mañana del 2 de mayo y la consiguiente represalia del ejército francés. En el primero de los cuadros, Goya opto por reflejar el ataque de los ciudadanos contra la caballería francesa, representando en el lienzo de modo especial a los más aguerridos y famosos de todo el ejercito francés, los mamelucos de la Guardia Imperial, tropas de élite, aunque también se pueden distinguir un dragón de la Emperatriz y, entre los muertos, un granadero de la Guardia Imperial o un marinero. Entre los asaltantes españoles, la diversidad de tipos, con atuendos representativos de varias regiones de España, quieren expresar la variedad del pueblo español, que como un solo hombre se alzó contra los franceses. En el segundo de los lienzos Goya escogió unos hechos iniciados por las tropas francesas ya en la misma tarde del 2 de mayo en el paseo del Prado y que continuarían con las ejecuciones de la lluviosa madrugada del 3 de mayo a las afueras de Madrid, algo que confiere a la escena un gran dramatismo. Gracias a los perfiles de las torres de las iglesias, la puerta monumental, y la disposición de las casas al fondo o el terraplén situado a la izquierda del cuadro, se puede situar la escena en la zona situada a la salida de la Puerta de la Vega, derribada en 1820, y situada al final de la calle Mayor. La torre más alta podría ser así, la de la iglesia de Santa Cruz, conocida entonces como la “atalaya de Madrid”, por ser la más alta de la ciudad y claramente visible en la distancia. La otra, de menor altura, sería la de Santa María la Real, la iglesia de Palacio, y el desmonte contra el que están siendo fusilados, terrenos cercanos al Palacio Real, que estaría a la izquierda, fuera de la escena representada.
Cementerio de la Florida: Este pequeño cementerio, situado en las inmediaciones de la ermita de San Antonio era utilizado como lugar de enterramiento del personal de servicio del Palacio Real y del Real Sitio de la Florida. El cementerio se encuentra rodeado por un muro de mampostería en aparejo toledano con dos hileras de cipreses, y en su interior podemos ver una pequeña capilla y una columna conmemorativa con la fecha de creación en 1796 y la de los enterramientos de los fusilados. En el interior se hallan los restos de los fusilados, en dos cajones de plomo y cinc situados en una cripta bajo una pequeña capilla y una reproducción en azulejos de “Los Fusilamientos” de Goya. En 1817, al regreso de su exilio francés Fernando VII, funda en este lugar la Real Fábrica de Porcelanas de la Moncloa sin que el cementerio se viera afectado. En un principio el cementerio dependía de la Congregación de los Hermanos de la Buena Dicha. Siendo a partir de 1917 cuando paso a depender de la Sociedad Filantrópica de Milicianos Nacionales, una sociedad fundada en 1840 con el fin de atender a los milicianos que en grave situación económica. Durante la II República el cementerio pasó a llamarse Cementerio del Coronel Montesinos, militar español que con tan solo 12 años se alisto como jinete, en el ejército del General Castaños para participar primero en la batalla de Andújar y posteriormente en la de Bailen. Tras más de 50 años cerrado, unas obras de restauración por parte de la Junta Municipal de Moncloa, permitieron que volviera a abrirse el día 2 de mayo de 1981. Fue restaurado de nuevo en 2008 con motivo del Bicentenario de la Guerra de la Independencia, abriéndose para el público que desee visitarlo todos los días 2 de Mayo.
El púlpito bajo el Arco de Cuchilleros: bajo este arco que une, mediante una empinada escalinata, la Plaza Mayor con la calle de Cuchilleros está el púlpito, formado por una pequeña barandilla semicircular de forja, desde el cual un fraile del convento de San Gil, situado en las inmediaciones de la Plaza Mayor y de nombre Antonio, pronunció un fogoso sermón en el que arengaba a los ciudadanos de Madrid, a rebelarse contra las tropas invasoras de Napoleón. Un sermón que sería el preludio de los trágicos acontecimientos que se producirían los días 2 y 3 de mayo y que desembocarían inevitablemente en el estallido de la Guerra de la Independencia.
Monumento al 2 de Mayo: Este monumento, dedicado al pueblo que el 2 de mayo de 1808 se enfrento a las tropas francesas, es obra del escultor Aniceto Marinas, conocido también por la estatua de Velázquez situada frente al Museo del Prado (1899) o la estatua de Eloy Gonzalo en la plaza de Cascorro (1902). Fue inaugurado en mayo de 1908 con ocasión del centenario de los trágicos acontecimientos de 1808. Este bellísimo conjunto escultórico, que se encuentra algo escondido en los Jardines del General Fanjul junto a la calle Ferraz, está compuesto por varias figuras representando el fragor y la dureza de la lucha de aquellos días: un cañón, como pieza central, un hombre y una mujer caídos, un niño con gesto asustado, un militar apoyado sobre el cañón, y sobre todos estos elementos, la figura de una victoria alada sosteniendo con su mano derecha una bandera plegada. Una lograda amalgama de personajes, cuya composición representa el caos y el intenso dramatismo de los acontecimientos.
Monumento a Ruíz: En la tranquila Plaza del Rey, frente a la Casa de las Siete Chimeneas y en una de sus esquinas, se levanta el monumento al Teniente Jacinto Ruíz y Mendoza, otro valeroso militar que tuvo una actuación destacada en los acontecimientos del cuartel de Monteleón, donde cayó herido para morir al poco tiempo. Sería el general Martínez Campos, en colaboración con el teniente de infantería Ibáñez Marín, quién recaudaría, entre altos mandos del Ejército y miembros del Gobierno, los “17.000 duros” necesarios para levantar el monumento encargado directamente al escultor Mariano Benlliure. El genial artista realizó un retrato realista del militar, basado en un óleo proporcionado por su familia, plasmando en la obra la enorme tensión y el gran dramatismo del momento. Fue realizada por el escultor en 1891 en Roma y fundida en esta ciudad por la fundición Crescenzi, inaugurándose el 5 de mayo del mismo año. En un principio estuvo situada en el centro de la plaza del Rey, para tras la remodelación de la misma a comienzos de los ochenta, ser trasladada a su ubicación actual.
Placa en el Palacio Real: Fue este el lugar donde se dio la voz de alarma, ante el intento de los franceses de trasladar al infante Francisco de Paula fuera de la capital. El pueblo se concentró frente a palacio, por lo que el mariscal Murat, envió un batallón de granaderos con el firme propósito de sofocar la rebelión, abriendo fuego contra la multitud de madrileños allí concentrados. A partir de ese momento, la rebelión se extendió por toda la capital. Con esta placa se señala el punto donde se inició el conflicto. Se encuentra situada en la calle Bailen a la derecha de la fachada cerca de la entrada a los Jardines de Sabatini, donde antiguamente comenzaba la rampa que daba acceso a las caballerizas reales. Realizada en mármol, en ella se puede leer:
“A los héroes populares que el 2 de mayo de 1808 iniciaron en este mismo lugar la protesta y sacrificio contra las tropas extranjeras. El Circulo de Bellas Artes 1908. Repuesta por el Ayuntamiento de Madrid 1947″
La tarde del 2 de mayo de 1808, el mismo Murat, creó una comisión militar a cargo del general Grouchy, con el único fin de detener y condenar a muerte rápidamente, a todos aquellos madrileños que hubieran participado en el levantamiento popular. Se prohibieron las reuniones en espacios públicos y se ordenó requisar cualquier arma que pudiera estar en manos de los sublevados. Se calcula que unos mil españoles perdieron la vida en los fusilamientos perpetrados por las tropas invasoras, en varios puntos de Madrid, entre la tarde del 2 de mayo y la madrugada del 3. La Guerra de la Independencia, había comenzado.
Alrededores de la Puerta de Toledo: Cuando comienza el motín del pueblo madrileño contra el ejército francés, el mariscal Murat decide que las tropas acantonadas en las afueras, en el Retiro, en Carabanchel, entren en la ciudad para llegar hasta el palacio Real y la Puerta del Sol y sofocar el levantamiento popular. El lugar donde hoy día se encuentra la Puerta de Toledo, esta precisamente en la ruta de entrada que van a utilizar los coraceros franceses procedentes de Carabanchel. Artesanos del Rastro y comerciantes de los alrededores, vecinos de Lavapiés, Las Vistillas y La Paloma, se concentran para intentar detenerles. Los coraceros, son recibidos con barricadas por mujeres, hombres y niños que luchan con lo que encuentran a mano, Todo vale: tijeras, palos, navajas, cuchillos y todo lo que han ido recogiendo por aquí y por allá. La lucha es a muerte, y algunas mujeres demostraron su valor arrojándose bajo los caballos para acuchillarles el vientre y rematar posteriormente a los jinetes caídos, muriendo muchas de estas valientes heroínas bajo el peso de los animales. Los coraceros se encontraron con una multitud que les sale al paso y les impide el acceso al centro de la capital. Amas de casa, lavanderas, pescaderas, putas, curtidores de la zona del Rastro, rufianes, mendigos, truhanes, clérigos… algunos con trabucos o sus útiles de trabajo, otros con palos, macetas, ladrillos o piedras… y consiguen lo impensable: detienen la primera oleada d la caballería francesa, gracias al factor sorpresa. Pero el segundo ataque, ya es imposible pararlo. Los coraceros rompen la resistencia y cargan con saña contra los madrileños que se retiran cuesta arriba por la calle Toledo, donde se producira una auténtica carnicería.
Placa en Calle de la Ternera: En el tramo de la calle de Preciados que discurre entre la plaza del Callao y la de Santo Domingo, nos encontramos a la izquierda con la casi desconocida calle de la Ternera. Esta corta y estrecha calle, que ha cambiado de nombre en numerosas ocasiones (Almendro, Sombrero, Covadonga), fue hace más de cuatro siglos una pequeña plazuela en la que se vendían las terneras abiertas en canal y sin despojos. Y en el 6 de esta calle vivió y murió el Capitán Luis Daoíz Torres. A pesar de la importancia histórica del héroe del 2 de mayo, no sería hasta el año 1868, tras muchas peticiones de los madrileños, no se pondría una placa conmemorativa, realizada en mármol blanco en la fachada de esta casa de la calle de la Ternera. En ella, junto a un busto del militar, podría leerse:
“En el cuarto principal de esta casa vivió y murió el capitán de Artillería don Luis Daoíz, herido mortalmente en defensa de la Independencia española en el Parque de Monteleón el día 2 de mayo de 1808”
La antigua casa del numero 6 de la calle de la Ternera, fue demolida a principios de los años noventa y la placa en honor a Luis Daoíz Torres se encuentra desde entonces en paradero desconocido. En la actualidad el lugar está señalado mediante una de las habituales placas amarillas del Ayuntamiento de Madrid.
Por muchos años que pasen el pueblo de Madrid, y España entera, nunca podrá olvidar la barbarie y las tropelías que tuvieron lugar en sus calles aquel sangriento y heroico mes de mayo de 1808.
Gracias por tan estupendo boceto histórico. Me ha encantado. Un cordial saludo.
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