Los pasajes comerciales madrileños. Crónica de una muerte anunciada.

Los pasajes comerciales nacieron en París a principios del siglo XIX, cuando la capital francesa era el centro del mundo y la meca intelectual y cultural de Occidente. Eran lugares bulliciosos y elegantes, construidos con los mejores materiales disponibles, mármoles, maderas nobles, mosaicos y sobre todo, metal y cristal, y en ellos convivían comercios lujosos, animados cafés y restaurantes. Allí se daba cita la mejor sociedad y se discutía de política, literatura, arte.

Eran lugares que claramente, crearon  tendencia, como diríamos hoy día. Constituían en sí mismos pequeños mundos en miniatura, microcosmos que rápidamente se convirtieron en el símbolo de la modernidad más rabiosa. Lugares donde las clases privilegiadas y especialmente las mujeres podían pasear, dejarse ver y realizar sus compras sin estar expuestas a las inclemencias del tiempo. Los pasajes comerciales reunían comercios bajo el mismo techo todo tipo de tiendas, y su oferta incluía también locales dedicado al ocio como cafés, salas de exposiciones e incluso teatros y posteriormente salas de cine. Fueron auténticos precursores de los actuales centros comerciales tan de moda. Y ocurrió que, como todas las tendencias parisinas de la época, pronto se contagiaron a otras ciudades del continente, no tardando en llegar a Madrid, donde todo lo proveniente de París causaba furor por aquel entonces.

Durante el reinado de Isabel II, la Desamortización de Mendizábal liberó gran cantidad de suelo, antes ocupado principalmente por conventos e iglesias, esta súbita e inesperada disponibilidad de solares, animó a algunos empresarios a comprar al estado algunos de estos terrenos y a crear los primeros pasajes comerciales en pleno centro de Madrid, principalmente en los alrededores de la Puerta del Sol, un cada vez más importante espacio comercial y de ocio. El auge de los pasajes comerciales marcó la ruptura definitiva con un Madrid aún más villa que capital, una ruptura con la antigua ciudad medieval, renacentista y barroca. Supusieron una transformación radical del comercio tradicional y anunciaron lo que sería a partir de entonces una ciudad verdaderamente moderna y europea. Su éxito fue inmediato aunque no demasiado duradero. Mas adelante hablaremos de las posibles causas.

Passage des Panoramas (París)
Algunos de ellos, a pesar de los años transcurridos, han sobrevivido a guerras, crisis económicas, y modas, pero sobre todo a la especulación y a la piqueta. En París siguen abiertas al público el Passage des Panoramas que data de 1800, el Passage Jouffroy de 1846 o la Galerie Vivienne, de 1826, con sus hermosos suelos realizados en mosaico.

Burlington Arcade (Londres)

En Londres la muy conocidas y frecuentadas Burlington Arcade, Royal Arcade o Picadilly Arcade, pasajes comerciales aún tienen una clientela fiel y numerosa. A lo largo de los años han ido modernizándose y adaptándose a las exigencias de su clientela, pero siempre respetando y conservando su estilo original y su historia. En sus locales podemos encontrar desde objetos de decoración, antigüedades, libros, juguetes, joyas, tiendas “gourmet”, hasta moda de la más rabiosa actualidad y todo tipo de complementos, todo ello elegido con sumo cuidado por sus propietarios, con el único propósito de atraer  a una clientela ávida de la mayor exclusividad.  Todo ello acompañado, como no podía ser de otra manera, de una amplia oferta hostelera que incluye cafés, restaurantes, pastelerías o salones de te. Incluso existen rutas turísticas en las que su principal reclamo son las compras en algunos de los antes mencionados pasajes comerciales.

¿Y en Madrid? ¿Cuales fueron los pasajes comerciales más representativos del siglo XIX madrileño?

Fueron varios los pasajes o galerías comerciales que se construyeron en Madrid a lo largo del siglo XIX. Cito a continuación los más representativos y de mayor éxito.

Pasaje de San Felipe

Pasaje de San Felipe: construido por Mariano Marcoartu en 1839, en el solar que quedo  tras el derribo del convento de San Felipe Neri, en la calle Mayor. Fue el primero que se construyó en Madrid. Era una galería acristalada con dos plantas dedicadas a tiendas de moda, objetos de lujo, libros, grabados…Se comunicaba con el mercado de igual nombre.

Cafe de Madrid - Joaquin Muñoz Morillejo (1921)

Pasaje del Iris:  fue inaugurado en 1847 y unía el número 11 de la Carrera de San Jerónimo con el 12 de la calle de Alcalá.  Debe  su nombre a la Compañía General del Iris, su propietaria. Tenía tres plantas y tres calles, una principal llamada “Galería de Madrid” y dos laterales denominadas “de Londres” y “de París” que desembocaban en Alcalá, todas ellas con techo  cubiertos con espejos, excepto en los huecos por donde entraba la luz. A pesar de todo su esplendor, el Pasaje del Iris no obtuvo el éxito esperado. La compañía propietaria quebró y su director Felipe Fernández de Castro, fue juzgado por desfalco. Es entonces cuando se decide convertir todo el pasaje en el lujoso café de Madrid.

Galería de Exportación Comercial: posteriormente Bazar X, que hasta su cierre en 1934 estaba entre las calles Carretas y Cádiz. Construido en 1876, según un proyecto de uno de los más famosos arquitectos de la época, Francisco de Cubas, en su amplia nave central que anteriormente había sido el patio de carruajes de la finca, llego a albergar hasta 34 comercios que ofrecían a sus clientes de todo tipo de productos. Ocupando el lugar de este pasaje estuvo, desde 1935, el cine Carretas hasta su cierre definitivo en 1995. Actualmente es el Bingo Universal.

Pasaje Jordá: llamado también Nueva Galería, fue construido en 1847 y unia las calles Espoz y Mina y de la Victoria. Un edificio luminoso y transparente de hierro y cristal que se alzo en el solar ocupado anteriormente por la  tahona de la Soledad, que había estado junto al convento de la Victoria. Estuvo especializado en la venta de joyería, bisutería, pasamenerías, sedería y otros artículos de lujo.
Todos ellos han desaparecido bajo la piqueta y los construidos ya entrado el siglo XX poco conservan de su antiguo esplendor.

¿Qué ocurrió en Madrid? ¿Cuál fue la razón para que prácticamente todos los pasajes comerciales de la ciudad fueran desapareciendo uno tras otro?

Una razón podemos encontrarla a partir del momento en que la burguesía madrileña abandona el centro de la ciudad y se traslada al barrio de Salamanca a finales del siglo XIX, las tiendas y comercios de más postín, también se trasladaron siguiendo los pasos de su principal clientela. El centro se convierte así, hasta la construcción de la Gran Vía a principios del siglo XX, en una zona menos elitista, más popular y los pasajes comerciales pasan a dedicarse a otro tipo de comercio menos “chic”, iniciando así su lento pero inexorable declive. Otro motivo para su desaparición, podríamos encontrarlo en la climatología madrileña. Los pasajes comerciales tienen sentido allí donde ofrecen un refugio contra el mal tiempo, sobre todo la lluvia y la nieve, algo que no es el caso de Madrid, donde disfrutamos de un clima que aunque frio en invierno y excesivamente caluroso en verano es predominantemente seco, lo que  favorece la vida al aire libre y una alegría contagiosa y bullanguera muy difícil, cuando no imposible, de encontrar en ciudades como Londres o París. Reza el dicho popular que “Madrid tiene nueve meses de invierno y tres meses de infierno” En Madrid no hay lugar para transiciones prometedoras o melancólicas como la primavera o el otoño. Luz o sombra, calor o frío. Madrid es una ciudad que no admite medias tintas, o éxito o fracaso, tal vez una razón más para que los pasajes comerciales no llegaran a tener el mismo éxito que en otras ciudades europeas. En Madrid no tuvieron la aceptación que sus propietarios esperaban por parte de su potencial clientela.

Galleria Vittorio Emanuele II

Tan solo Italia podría compararse en ese aspecto con Madrid y no deja de ser curioso que en este país, algunos pasajes comerciales o “galleríe” aun gocen de una salud envidiable y de una gran actividad, tanto comercial como hostelera. En Milán con su clima extremo, tenemos la Gallería Vittorio Emanuele II, inaugurada en 1877, en Nápoles la Gallería Umberto I de1890 y en Roma la antigua Gallería Colonna, rebautizada desde hace unos años como Gallería Alberto Sordi, por citar algunas de las más conocidas y frecuentadas dentro y fuera del país transalpino.

En cuanto a Madrid, estos son algunos de los pocos pasajes que sobreviven, a duras penas, en el centro de Madrid, pasajes que por otro lado, poco o nada tienen que ver con los que tanto éxito tienen hoy día en París, Londres o Milán. Poco queda de su historia, de los materiales originales o de su decoración, en resumen, de su aspecto original. La falta de mantenimiento, la ausencia prácticamente total de clientes y el poco interés que, en general, se ha mostrado en Madrid por la conservación de su patrimonio arquitectónico han hecho el resto.

Pasaje Murga
Pasaje del Comercio: también conocido como Pasaje de Murga, por el empresario que lo construyó en 1846, cruza desde el nº 33 de la calle de la Montera hasta la calle Tres Cruces. En un principio se destinó a bazar de la Compañía General de Comercio. Años más tarde se convirtió en una vía peatonal y fue remodelado, contándose a partir de entonces entre su oferta con un café de gran éxito, el Café del Pasaje, del que nada se ha conservado. En 1915 se trasladó aquí la imprenta de González Linera, editora de la popular Biblioteca Catón. En los años 80 y en las cuevas situadas en sus sótanos se abrió un animadísimo bar de copas llamado Montera 33. Luego el abandono y el cierre sucesivo imparable de negocios. A día de hoy,  las obras de mantenimiento y reparación que se estaban llevando a cabo han sido paralizadas por el Ayuntamiento de Madrid.

calle montera
También en la calle de la Montera, a la altura de los numeros 25-27, estaba uno de los pasajes más sórdidos y peligrosos de la ciudad, prostitutas, chulos y camellos se habían adueñado del lugar. Lleva, o más bien llevaba, ya que en la actualidad esta clausurado, hasta  la plaza de El Carmen. Existía un proyecto del entonces alcalde de Madrid Alberto Ruiz Gallardón, para convertir el edificio al que pertenece el pasaje en un lujoso hotel de 5 estrellas. Hasta el momento nadie parece haberse interesado por este edificio de once plantas en altura y otras tres bajo rasante,  con más de 15.000 metros cuadrados de superficie total. Un andamio instalado en 2010, nos dice que el edificio está pendiente del comienzo de unas obras que parecen no llegar.

La calle Carretas en los años 60

El pasaje de la calle Carretas nº12, también conocido como de los relojeros, nos conduce desde la citada hasta la calle de la Paz, muy cerca del también cerrado teatro Albéniz. Antes había bares, tiendas de ropa, discos o artículos religiosos, actualmente la mayor parte son tiendas de repuestos y reparación de relojes. Es un espacio protegido, pero no hay ayuda alguna por parte del Ayuntamiento de Madrid para su conservación.

El centro comercial situado en el nº 9 de la calle Arenal , en el palacio de Gaviria, no es un pasaje comercial en el sentido estricto, ya que solo hay una entrada, pero sí se trata de una galería comercial. En su interior aún se puede disfrutar de un patio modernista con techo de claraboya. Aquí es donde se vendían los artículos decomisados en las aduanas, ahora se vende lo mismo pero procedente de China.

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En la misma calle Arenal, en el nº8, hay un pequeño pasaje con salida a la calle de Tetuán en el que podemos ver una pequeña figura realizada en bronce del celebre Ratoncito Pérez. En 1894, le pidieron al padre Luis Coloma desde palacio, que escribiera un cuento para Alfonso XIII, cuando a éste se le cayó un diente a los 8 años de edad. Al jesuita se le ocurrió la historia del Ratoncito Perez, protagonizada por el Rey Buby, que era como la entonces reina regente Dª Maria Cristina llamaba a su hijo. Era en este edificio, en la confiteria Prast, donde vivía el célebre ratón dentro de una caja de galletas Huntley. En el piso de arriba se encuentra su Casa Museo.

Pasaje Matheu

Pasaje de Matheu: en la actualidad, es una pequeña calle peatonal muy cercana a la Puerta del Sol, entre las calles Espoz y Mina y  Victoria. Cuando se construyó en 1840, era una galería comercial cubierta por un techo de metal y cristal. Tenía tres pisos de lujosas tiendas y cafés, y estaba considerado por la alta sociedad madrileña como lo último en cuanto a modernidad. Fue de los primeros lugares de la ciudad donde los cafés sacaron mesas a la calle, las primeras terrazas. Hoy día está lleno de bulliciosos bares y restaurantes, que al menor signo de buen tiempo, montan innumerables mesas en el exterior. Un lugar muy frecuentado por madrileños y visitantes.

La única forma de lograr salvar los cada vez más escasos pasajes comerciales, que aún sobreviven en Madrid, parece pasar por ofrecer esa exclusividad que ofrecían en su momento de máximo esplendor. Hay que intentar ofrecer algo que no se pueda encontrar en ningún otro sitio. Los diseñadores, ofreciendo esta exclusividad, podrían desempeñar un importante papel en este asunto. Pero también es imprescindible la iniciativa privada, personas emprendedoras y audaces, que se atrevan a arriesgar y tengan visión de futuro.

De lo contrario, el final de los pasajes comerciales madrileños será inevitable, será la crónica de una muerte anunciada.

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